Esta
mañana, me he encontrado a la flor de orquídea a la que ya le tocaba irse,
desprendida de la vara y recostada en el hueco que forman las hojas verdes de
la planta, como si éstas fueran una cuna, como si en sus últimos momentos, la
flor, se hubiera agarrado a los brazos de su madre, como si se hiciera la
dormida, como si no quisiera irse, o no quisiera irse del todo todavía.
Verba volant, scripta manent.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
AVISO IMPORTANTE
Al haber cambiado la dirección de este blog, la nueva URL que se debe añadir para que se actualice correctamente si se quiere tener enlazado en un blogroll (la lista de blogs del lateral que solemos leer) es la siguiente (debe copiarse tal cual):
http://letricidiospremeditados.blogspot.com/feeds/posts/default?alt=rss
http://letricidiospremeditados.blogspot.com/feeds/posts/default?alt=rss
Es difícil la despedida.
ResponderEliminarUn abrazo.
Siempre, Alfred, y casi en cualquier circunstancia.
Eliminarotro para ti!
Eso me suena. ¡Y me sorprende! Las leyes de las estaciones y de las plantas -las relaciones entre unas y otras- son siempre maravillosas. Cuando menos te lo esperas, zas, la flor. Pues eso, ningún día si una sorpresa, sin una línea de escritura (o de observación)
ResponderEliminarSí, Fackel, son esos momentos (sobre todo los de la aparición de la flor) en los que pienso que sí, que la Naturaleza está bien hecha, que hay un orden en todo. Luego, cuando veo la muerte y la desaparición (tan cruel a veces) es cuando me entran las (peores) dudas. Pero es bueno tener la capacidad de dejarse sorprender, si puede ser, hasta el final.
EliminarAbrazo!
Bella foto. Casi se huele y todo.
ResponderEliminarSalu2.
Gracias Dyhego y bienvenido a esta casa!
EliminarSaludos!