Verba volant, scripta manent.

La mirada

Siempre había pensado que lo del sexo sin amor no iba conmigo, que yo no era de esas personas que sale un sábado buscando el polvo fácil, que cuando me acostaba con alguien no sólo le entregaba mi cuerpo, que mi alma siempre entraba en el lote...Pero ahora, después de tanto tiempo entregando mi alma, después de partirla en pedacitos para que nadie se quedara sin su parte, empecé a pensar que, quizás era el momento de no implicarme tanto en cada relación, que me vendría bien darle un descanso a mi corazón mientras el resto de mi cuerpo se divertía...y así fue como te encontré aquel miércoles por la noche (ni siquiera era el día más propicio para ello).
Me llevaste a tu casa, fue una noche intensa...follamos (vamos a llamar a las cosas por su nombre). El deseo sacudía nuestros cuerpos como descargas eléctricas. Me esposaste a tu cama sin compasión y nuestro sudor, saliva y demás fluidos se intercambiaron con la naturalidad con la que la sal y el agua se mezclan en el mar...Tú querías llamarme por mi nombre y como respuesta sólo te di una excusa para no hacerlo... únicamente te pedí una cosa: que no me miraras a los ojos...Accediste sin problemas.
Tus labios expertos recorrieron con pericia los lugares más recónditos de mi cuerpo que ya no era uno, ahora formaba parte de un conjunto de brazos, de piernas, de pechos, de sexos...y tu cuerpo era sólo una mitad del mío...Tus manos moldearon mi cuerpo a su antojo, mi boca suplicó la tuya varias veces y otras tantas, tu lengua dejó a la mía que entrara sin llamar...Comprendí que el sexo sin amor era posible y que al fin y al cabo el deseo abre puertas que los sentimientos cierran...
Entonces, cuando ya no quedaba en nosotros ni una sola gota de sudor que no hubiera sido satisfecha, incumpliste tu promesa: me miraste a los ojos, penetraste en ellos profundamente, te asomaste a su abismo sin permiso...y te llevaste mi libertad.
Me quitaste las esposas y me dejaste ir...pero ya era tarde, demasiado tarde para hacerte comprender que me habías hecho rehén de tu mirada...de por vida. 



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