«Dos
políticos intercambiaban ideas acerca de la recompensa por servicios públicos.
"La recompensa que más deseo - dijo el primer político - es la gratitud de
mis conciudadanos." "Eso sería indudablemente muy satisfactorio -
dijo el segundo político-, pero, ¡ ay !, para obtenerla tiene uno que retirarse
de la política." Por un instante se miraron con inexpresiva ternura; luego
el primer político murmuró: " ¡ sea la voluntad de Dios ! Ya que no
podemos esperar esa recompensa, conformémonos con lo que tenemos". Y,
levantando sus manos derechas del tesoro público, juraron conformarse».
("Fábulas
fantásticas" de Ambrose Bierce, 1842-1914)