Verba volant, scripta manent.

VELADAS PERFECTAS




Todo era perfecto entre ellos.

Cada noche paseaban por la ciudad, cogidos de la mano, despertando sentimientos adormecidos largo tiempo, respirando el frío de la noche, llenando sus pasos de libertad, dejando que las luces de neón iluminaran su ilusión y su fantasía. Imaginaban ríos y puentes, y cada paso iba construyendo una ciudad a su medida…

Cenaban a la luz de velas escogidas cuidadosamente para cada ocasión. La luz tenue les inspiraba a decirse todas las frases de amor contenidas hasta entonces. Luz perfecta para consagrar momentos perfectos…
 Las cenas eran completas, deliciosas…un buen vino acompañaba sus palabras y sus gestos, sus miradas, su deseo a flor de piel, sus silencios…

Norah Jones, Michael Bubble, Nils Landgren…La delicadeza de sus notas, de sus ritmos, la suavidad de sus compases,  les transmitía el bienestar del hogar que ambos compartían en esas noches lluviosas y frías por fuera y tan cálidas por dentro.
Conversaciones interesantes y chispeantes envolvían el ambiente idílico que hacía que sus bocas pasaran de las palabras a los besos, que, entre beso y beso se fueran desprendiendo poco a poco de la tosca ropa que se interponía entre piel y piel. Frágiles manos acariciando temblorosas;  ávidas lenguas buscándose y encontrándose. Cuerpos,  que cada noche encajaban como engranajes perfectos dentro de la melodía que ya no escuchaban…

Más tarde, mucho más tarde, rendidos,  cada uno se iba a la cama que compartía con su pareja a esperar que el resto de la noche se extinguiera dando paso a un nuevo día , a una rutina conocida y cotidiana, aburrida, patética…asfixiante, si no fuera porque,  cada noche, al encender el ordenador daba comienzo una nueva velada perfecta…

By Pulgacroft.




MICROCUENTO PARA BATRACIOS

Érase una vez un sapo triste, alicaído, incomprendido...un sapo introvertido, el más triste de los sapos…
No se sentía a gusto en su charca y en lugar de nadar y croar largas horas con el fin de atraer a lindas ranas, prefería quedarse en la orilla observando cómo sus congéneres se divertían disfrutando de lo que a él no le atraía.
Nuestro sapo sabía que era distinto: por fuera se sabía sapo pero por dentro…sabe diosrana lo que era por dentro…

Así pues, vivía una vida gris de sapo, haciendo las cosas que se suponía que debía hacer un sapo y de vez en cuando incluso, croaba como un sapo. No tenía mala voz, y por eso alguna dulce rana se sentía atraída por las vibraciones sonoras de su afinada garganta; entonces él, la invitaba a una mosca o a un mosquito en algún lugar romántico de la charca… pero la linda rana nunca estaba a la altura de lo que él deseaba.

No pocas veces era la comidilla de sus vecinos, cosa que al principio le entristecía pero que con el paso del tiempo logró convertirlo en su propia fuente de energía y espíritu de lucha.
Su valentía y autoconfianza aumentó de forma proporcionalmente directa a las críticas y miradas recibidas de soslayo. Así que un día nuestro sapo decidió contar lo que hasta entonces había callado: no le atraían las ranas, sólo se sentía atraído por bellas princesas, porque en su interior (aunque sapo) se sentía el más azul de los príncipes.
La noticia cayó como un jarro de agua fría entre sus familiares, aunque le siguieron queriendo. Sus amigos le animaron y salían con él como siempre, aunque nunca trataban el tema directamente, sus vecinos le seguían saludando pero cuando pasaba murmuraban a sus espaldas, el gobierno hizo una ley a su favor muy a pesar de los votantes de la oposición, la santa madre iglesia batracia condenaba sus deseos pecaminosos  y otros sapos en su misma situación se esforzaban por  sentirse orgullosos de lo que la madre naturaleza les había impuesto…

Nuestro sapo guardó para sí consejos y opiniones de unos y de otros y decidido, cambió  de lugar de residencia: el estanque de Palacio. Una vez allí, croó y croó como nunca lo había hecho, libre, orgulloso (esta vez sí), pleno, alegre…y esperanzado. Hasta que un día, en el que el sol y la lluvia se juntaron, un gran arcoíris atrajo al estanque a la bella princesa que escuchando un croar altivo reconoció en ello la felicidad que tanto anhelaba. Los ojos de la bella princesa se posaron en los ojos saltones del sapo, y en un impulso incontrolado cogió con ternura al batracio. Lo besó suave y dulcemente en los labios y entonces…
¡¡¡ Se operó el milagro, la transubstantación del cuerpo y sangre del sapo, la transmutación del metal en oro, la transfiguración del sapo en príncipe azul!!!...

Y colorín colorado nuestro joven príncipe salió de la charca, del estanque, del armario… y dictó una de las leyes más populares y populistas en favor de sus ex congéneres: la prohibición del consumo de ancas de rana.

By Pulgacroft (microcuento inspirado por la fábula "La rana que quería ser una rana auténtica" de Augusto Monterroso.
Imagen by Google



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