No se sentía a gusto en su charca y en lugar de nadar y croar
largas horas con el fin de atraer a lindas ranas, prefería quedarse en la
orilla observando cómo sus congéneres se divertían disfrutando de lo que a él
no le atraía.
Nuestro sapo sabía que era distinto: por fuera se sabía sapo
pero por dentro…sabe diosrana lo que era
por dentro…
Así pues, vivía una vida gris de sapo, haciendo las cosas que
se suponía que debía hacer un sapo y de vez en cuando incluso, croaba como un
sapo. No tenía mala voz, y por eso alguna dulce rana se sentía atraída por las
vibraciones sonoras de su afinada garganta; entonces él, la invitaba a una
mosca o a un mosquito en algún lugar romántico de la charca… pero la linda rana
nunca estaba a la altura de lo que él deseaba.
No pocas veces era la comidilla de sus vecinos, cosa que al
principio le entristecía pero que con el paso del tiempo logró convertirlo en
su propia fuente de energía y espíritu de lucha.
Su valentía y autoconfianza aumentó de forma
proporcionalmente directa a las críticas y miradas recibidas de soslayo. Así
que un día nuestro sapo decidió contar lo que hasta entonces había callado: no
le atraían las ranas, sólo se sentía atraído por bellas princesas, porque en su
interior (aunque sapo) se sentía el más azul de los príncipes.
La noticia cayó como un jarro de agua fría entre sus
familiares, aunque le siguieron queriendo. Sus amigos le animaron y salían con
él como siempre, aunque nunca trataban el tema directamente, sus vecinos le
seguían saludando pero cuando pasaba murmuraban a sus espaldas, el gobierno
hizo una ley a su favor muy a pesar de los votantes de la oposición, la santa
madre iglesia batracia condenaba sus deseos pecaminosos y otros sapos en su misma situación se
esforzaban por sentirse orgullosos de lo
que la madre naturaleza les había impuesto…
Nuestro sapo guardó para sí consejos y opiniones de unos y de
otros y decidido, cambió de lugar de
residencia: el estanque de Palacio. Una vez allí, croó y croó como nunca lo había
hecho, libre, orgulloso (esta vez sí), pleno, alegre…y esperanzado. Hasta que
un día, en el que el sol y la lluvia se juntaron, un gran arcoíris atrajo al
estanque a la bella princesa que escuchando un croar altivo reconoció en ello la
felicidad que tanto anhelaba. Los ojos de la bella princesa se posaron en los
ojos saltones del sapo, y en un impulso incontrolado cogió con ternura al
batracio. Lo besó suave y dulcemente en los labios y entonces…
¡¡¡ Se operó el milagro,
la transubstantación del cuerpo y sangre del sapo, la transmutación del metal
en oro, la transfiguración del sapo en príncipe azul!!!...
Y colorín colorado nuestro joven príncipe salió de la charca,
del estanque, del armario… y dictó una de las leyes más populares y populistas
en favor de sus ex congéneres: la prohibición del consumo de ancas de rana.
By Pulgacroft (microcuento inspirado por la fábula "La rana que quería ser una rana auténtica" de Augusto Monterroso.
Imagen by Google
¡Como he disfrutado con este cuento! aunque ya lo había sabía, me ha encantado leerlo de nuevo
ResponderEliminarJosefa sabrías la idea general pero no creo que supieras este cuento en concreto ya que lo acabo de subir hoy jeje...
ResponderEliminarGracias por tu comentario.
Buenísimo Pulgacroft. Sobre todo la segunda moraleja de cuento: aunque todos sus congeneres le repudiaron, él nunca les guardó rencor si no q miró por su bien
ResponderEliminarBuenísimo Pulgacroft. Sobre todo la segunda moraleja de cuento: aunque todos sus congeneres le repudiaron, él nunca les guardó rencor si no q miró por su bien
ResponderEliminarMe ha gustado, de pequeño me leian uno pero recuerdo que era más para crios. Muy bueno.
ResponderEliminarPor dios, es buenísimo. Mucho mejor que el cuentecillo en el que dices que te basaste. Dobles y hasta triples lecturas. Para guardarlo bien, de veras.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarGracias a todos por vuestros comentarios.
ResponderEliminarCyllan, he cambiado a blanco, espero que se lea mejor.
Me encantan los microrrelatos y los hiperbreves y me gusta mucho Augusto Monterroso, cuando lo leí, se me ocurrió esta idea. Me alegro de que te gustara.
;)
Tendré en cuenta ese detalle de romanticismo la próxima vez que me inviten a una mosca...
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