Esta mañana, en ese
lapso impreciso de tiempo entre la noche aún y el amanecer, pude disfrutar de
un auténtico espectáculo cromático en el cielo. Franjas de holgada anchura y
color rosado intenso se alternaban con otras azules de igual vuelo e
intensidad, pero además se hallaban todas ellas en una horizontalidad tan
exacta con respecto a los edificios que parecía que el plano perpendicular hubiera
sido creado ex profeso, y solamente, para dar perfección al momento.
Qué estampa tan bella y
tan compenetrada. Fueron escasos los segundos que pude contemplarla, apenas lo
que tardé en bajar la calle que, precisamente por empinada, ofrecía esa
particular perspectiva. Hubiera merecido el cuadro algún tiempo más de asombro,
de admiración y dedicación y no sólo por la armonía de sus líneas, no
sólo por lo bello de sus colores no sólo, ni tan siquiera, por la vastedad de
sus dimensiones sino además, y esencialmente, por lo efímero de su permanencia.
A veces, he intentado inmortalizar un instante así y mientras he ido por la cámara me lo he perdido.
ResponderEliminarCosas que pasan, hay que disfrutar el momento, como tú has hecho.
Un abrazo.
¡Cuántas veces, Alfred! pues sí, ayer no sentí esa urgencia de sacar el móvil porque además sabía que, de ninguna manera, quedaría inmortalizado en la foto lo que yo estaba viendo (ni sintiendo) en esos momentos. Deberíamos de practicar más la abstención fotográfica sí, jeje.
EliminarAbrazo para ti también.