Lo
conservo en esa caja de cartón, de esas normales de mudanzas que llevan unas
líneas para apuntar su contenido. Yo no escribí nada. De vez en cuando la abro
y compruebo que sigue ahí (como si las cosas pudieran de repente por sí solas
escapar de las cajas donde se guardan), luego cierro, con un suspiro, y dejo
pasar un tiempo. A veces pasan días, otras veces meses. La última vez que la
abrí había pasado casi un año. Esta mañana, que amaneció despejado y sin nubes,
no sé por qué decidí abrirla de nuevo. Desenvolví con cuidado cada uno de los
pedazos y como si fuera un puzle, lo recompuse mientras desayunaba. No faltaba
nada, todo encajó perfectamente y cuando estuvo listo, lo limpié con un paño
seco y suave. Me alegró ver que aún tenía buen aspecto. Algún desgarrón aquí,
algún arañazo allá, pero en general me di cuenta de que el tiempo había hecho
bien su trabajo.
Me abrí la blusa y me lo coloqué en el lado izquierdo. Cuando salí a la calle
eché la caja al contenedor azul. Como el cielo.
©SandraSánchez
ViernesCreativo para el blog El Bic Naranja. Allí nos dan una imagen para que nosotros le pongamos las palabras.
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