Era
lo único que podíamos hacer por él, dadas las circunstancias…así que seguimos
todos el rosario por no hacerle un feo al muerto del que nadie sabía su nombre.
Terminado el rezo, nos fuimos a casa. Le dejamos allí sólo; bueno, no del todo.
Quedó a su lado como siempre, Matías, su perro.
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