Oimiakón/Oymyakón |
Ven conmigo, me
dijiste. Y lo dejé todo. Me llevaste a Oimiakón.
Al cabo de un tiempo todo comenzó a enfriarse y mi corazón se quedó helado;
pero descubrí que, con un poco más de tiempo, el frío deja de ser frío y se
convierte en otra cosa menos gélida pero con esa misma pátina que tiene el
hielo y en la que todo resbala. Indiferencia. Fue entonces cuando fui capaz de regresar a casa, al calor del verdadero hogar.
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