Mi ficus ginseng |
Hace
unos años estuve a punto de tirar este ficus ginseng que tenía en mi casa. Lo
cuidaba como al resto de plantas pero se fue secando y fue perdiendo las hojas
hasta que sólo quedó el tronco y unas pocas ramas completamente desnudas y
resecas que daban más pena que otra cosa. Al cogerlo, para llevarlo a la
basura, vi que, de una de aquellas ramas, asomaba lo que me parecía un diminuto
brote verde. Pensé que serían sólo mis deseos de que no hubiera muerto pero lo
observé más de cerca y, efectivamente, había una pequeñísima puntita verde.
Estuvo así unos días pero no prosperaba. Decidí cambiarlo de lugar, de
condiciones, lo cambié hasta de casa (lo llevé a la de mi padre que tiene más
luz y temperatura más alta y constante)... poco a poco se fue recuperando y
ahora luce hermoso y fuerte.
No sé si es un poco
triste, o solamente curioso, o simplemente así; que, aunque un poco drástico, a
veces, hay que alejarse de lo que se quiere para poder salvarlo.
La conclusión que extraigo, Sandra, de lo que cuentas es simplemente que nunca hay que tirar la toalla en la vida. Habrá un momento que simplemente no podremos cogerla y nos oleremos su significado ineludible. Pero hay tantas cosas que parecen fenecidas, carentes de fuerza o valor, de vida, en definitiva, que a veces desechamos nuestras propias posibilidades de recuperación. Así que el ficus te dio una lección, lección que nos trasladas, y ve a saber qué obró la recuperación, pero en cualquier caso optaste bien, obraste como tú misma. Tomo nota ante cualquier impulso de desánimo.
ResponderEliminarSalud y escrituras para 2020.
Muchas gracias por tu comentario y conclusión, Fackel. Me alegra que también a ti te valga esta pequeña anécdota para sacar un mensaje positivo. No desanimemos pues, antes de tiempo.
EliminarSalud para ti también, y buenas escrituras y lecturas para el 20! Un abrazo.