Esperó hasta
dormirse y soñó con otra Navidad en la cual la cena familiar no terminara
poniéndolo todo perdido. Siempre le tocaban a él y ya sabía por otros años que
al día siguiente habría mucho que limpiar, pero era el único que tenía jardín.
Aunque había tomado la precaución de tapar el sofá, las manchas de sangre no
saldrían de aquella alfombra que su tía le había regalado.
Así que mientras llegaba el sueño, se relajó pensando que podía envolver con ella
el cuerpo de su cuñado y enterrarlo junto al de su tía.
Al fin y al cabo, nunca le había gustado ninguno de los tres.
Al fin y al cabo, nunca le había gustado ninguno de los tres.