El
crujir de las hojas les recuerda lo solos que están, así que se desvía del
camino por el otro sendero. Se encuentran donde siempre, en el hueco del árbol
más viejo del bosque. Ella deja dentro de la cesta su candidez, él hace mucho
que ha escondido su brutalidad al fondo de la cueva. Se dejan llevar por sus
instintos más salvajes como si esa vez, de nuevo, pudiera ser la última.
Más tarde, su abuela y
ella cierran bien las contraventanas de la casa y se meten en la cama. Los días
de caza ni la una, ni la otra quieren escuchar los aullidos de las bestias.
©SandraSánchez
©SandraSánchez
(Para los Relatos En Cadena de La SER)
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