©Juancho Plaza |
Al
terminar el último bocado agrio de aquel queso de cabra que le trajeron de los Alpes apareció, de repente,
en un camino desconocido. Se encontró con una ropa extraña y un cuerpo
de niña de carne y hueso que, apenas pudo reconocer. A lo lejos, escuchó
unos ladridos y decidió encaminarse hacia allí. Hizo autoestop al ver que iba a
adelantarla un chico en un Land Rover serigrafiado que decía: “Apartamentos
Rurales: Copito de Nieve”.
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