©Lorena Cosba |
Al levantar el suelo de la
habitación de atrás, apareciste. Mi mente te había borrado por completo. No me
acordaba ni tan siquiera de haberte guardado allí, debajo de aquella baldosa
suelta que hacía ruido cada vez que la pisábamos. Miré la foto detenidamente y
poco a poco tus rasgos se me fueron volviendo familiares, hice un esfuerzo por
traerte de nuevo a este presente, de rescatarte del olvido, y, al igual que las
marcas que deja el lápiz en el papel aunque pasemos la goma por encima, emergiste
del fondo del pasado.
Te recuerdo. Eras un niño de apenas siete años cuando metí tu foto en aquella cajita de cerillas y ahora mírate… te queda bien la barba… Pienso en aquella manía tuya de tirarme de las coletas, de hacerme burla porque llevaba aparato, de quitarme la silla cada dos por tres… eras un niño insoportable, la verdad… y ya te dije antes de colocar la baldosa, que sí, que había sido yo la que no avisó al socorrista cuando te hundías; que estaba feliz y que te olvidaría para siempre… pero veo que sigues ahí, igual de pesado que hace años.
Te recuerdo. Eras un niño de apenas siete años cuando metí tu foto en aquella cajita de cerillas y ahora mírate… te queda bien la barba… Pienso en aquella manía tuya de tirarme de las coletas, de hacerme burla porque llevaba aparato, de quitarme la silla cada dos por tres… eras un niño insoportable, la verdad… y ya te dije antes de colocar la baldosa, que sí, que había sido yo la que no avisó al socorrista cuando te hundías; que estaba feliz y que te olvidaría para siempre… pero veo que sigues ahí, igual de pesado que hace años.
©SandraSánchez
#ViernesCreativos
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