Y las azules, las del abuelo; sentenciaba mi hermano.
Todos asumíamos
que tenía que ser él quien repartiera los colores en las fichas del parchís,
luego del ajedrez… siempre a su antojo.
Años más tarde, cuando la vida dejó de
ser un juego, mi hermano siguió teniendo aquella obsesiva querencia por los
colores y su adjudicación, así que cuando el abuelo murió me endosó los números
rojos que quedaron en sus cuentas.
Y yo no me atreví a contradecirle, al menos mientras
siguiera teniendo el control de aquellas extrañas gotas verdes que nos echaba
de vez en cuando en la comida.
©SandraSánchez(Pulgacroft)
#Microrrelato para el concurso de microrrelatos: Relatos En Cadena de La Ser junto con la Escuela de Escritores de Madrid.
100 palabras máximo (sin contar la frase obligatoria de inicio, que en este caso era:"Y las azules las del abuelo" )
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