Unos 45 minutos caminando; caminando por caminar, sin rumbo,
como zombies... Hoy he acariciado con los ojos la “nueva normalidad”:
mascarillas, distancias, esquivar a gente, cambios de acera… He visto de todo:
he visto quienes hemos observado estrictamente las normas, he visto algún
corrillo de gente sin mascarillas, también he visto faltas de respeto a la
franja horaria por parte de algunas personas. Pero en fin, viva la libertad. Me
he metido por una zona en donde he encontrado una plaza interior que estaba
vacía; nadie, los columpios precintados. La “nueva normalidad” es triste,
distópica. Somos zombies caminando detrás de otros zombies. Me ha saludado una
chica que conocía pero yo no la he reconocido a ella, las dos con mascarilla.
Creo que hemos sonreído, yo al menos.
Durante todo el tiempo que he estado fuera se ha escuchado una música como si hubiera un concierto cercano, lo que leeis: a volúmen de concierto, os juro que no exagero. No sé si salía de alguna ventana, supongo que sí, claro. He pensado en los vecinos de ese piso teniendo que soportar todas esas canciones a la fuerza, porque sí, porque parece que la “nueva normalidad” impone música para acallar el silencio interior que nos grita y que no queremos escuchar. O tal vez, no queremos recordar que se han ido 25.264 personas que ya nunca podrán escuchar nada. O quizás no es cosa de la nueva normalidad y esa situación se ha dado durante todo el confinamiento, si así fuera, y yo hubiera sido una vecina de ese bloque, ya me hubiera tirado por la ventana. También os lo juro (creo). Pero es su libertad y hay que respetarla; la de los demás, siempre la de los demás.
He vuelto triste. Quizás es porque hoy tampoco tuve un buen día. Ni la puesta de sol me ha parecido como siempre, me ha dado la sensación de que era de mentira, falsaria, como si alguien la hubiera colocado ahí para recordarnos cruelmente la otra normalidad, la de verdad.
Sólo me consuela pensar que todo esto sea algo transitorio.
Casi al llegar a casa me he vuelto a encontrar con la misma persona que me había saludado y hemos cambiado de acera para no cruzarnos. Me ha resultado deprimente.
No sé si mañana me apetecerá salir de nuevo a ver la misma distopía. Quizás tengo el síndrome ése de la cabaña, no lo sé; sólo sé que, al menos, lo que hago en mi casa sí es normal.
Me asusta pensar que ahora mismo la auténtica normalidad sólo está dentro de una película.
En fin. Un día menos.
Durante todo el tiempo que he estado fuera se ha escuchado una música como si hubiera un concierto cercano, lo que leeis: a volúmen de concierto, os juro que no exagero. No sé si salía de alguna ventana, supongo que sí, claro. He pensado en los vecinos de ese piso teniendo que soportar todas esas canciones a la fuerza, porque sí, porque parece que la “nueva normalidad” impone música para acallar el silencio interior que nos grita y que no queremos escuchar. O tal vez, no queremos recordar que se han ido 25.264 personas que ya nunca podrán escuchar nada. O quizás no es cosa de la nueva normalidad y esa situación se ha dado durante todo el confinamiento, si así fuera, y yo hubiera sido una vecina de ese bloque, ya me hubiera tirado por la ventana. También os lo juro (creo). Pero es su libertad y hay que respetarla; la de los demás, siempre la de los demás.
He vuelto triste. Quizás es porque hoy tampoco tuve un buen día. Ni la puesta de sol me ha parecido como siempre, me ha dado la sensación de que era de mentira, falsaria, como si alguien la hubiera colocado ahí para recordarnos cruelmente la otra normalidad, la de verdad.
Sólo me consuela pensar que todo esto sea algo transitorio.
Casi al llegar a casa me he vuelto a encontrar con la misma persona que me había saludado y hemos cambiado de acera para no cruzarnos. Me ha resultado deprimente.
No sé si mañana me apetecerá salir de nuevo a ver la misma distopía. Quizás tengo el síndrome ése de la cabaña, no lo sé; sólo sé que, al menos, lo que hago en mi casa sí es normal.
Me asusta pensar que ahora mismo la auténtica normalidad sólo está dentro de una película.
En fin. Un día menos.
me han entrado ganas de irme lejos de mi ciudad, vivir sin tropezar con nadie y no tener que quedarme encerrado por esa posibilidad.
ResponderEliminarUn abrazo.
Así es Alfred, es muy duro ver lo que tenemos de momento, esperemos que sea transitorio.
EliminarMucho ánimo y un abrazo!
Mi actitud ante el tema:
ResponderEliminar1., Salir indemne, objetivo número uno.
2. Tomar, calificar, como Experiencia el cúmulo de nuevas situaciones que nos vayamos encontrando.
Me reservo a posteriori, dentro de meses o años, una opinión más ampliada. Ya no quiero ni hacer cábalas -y eso que el panorama social y económico está tocado- y me controlo para no enfadarme con los necios, los poco solidarios y responsables, y los cizañosos que desde su posición política entorpecen la recuperación de la salud.
Gracias, Sandra.