A
Jesús Artacho, lector voraz, le sigo la pista ya hace unos años en su blog El Cuaderno Rojo. Allí comenta lecturas, películas, comparte poemas, y demás
miscelánea. Es autor, hasta ahora, de
tres libros: “El rayo que nos parta” (2013) un libro de relatos breves,
“Aproximación a la herida” (Baile del sol, 2016) libro de poemas, y “Rasgar
algo de vida. Diarios (2014-2016)” que vio la luz en junio del año pasado. Y es
precisamente este último sobre el que quiero comentar.
“Rasgar algo de vida”, casi como su propio título indica es un libro que a base de “arañazos” (por seguir con el símil de la rasgadura, esto es, de entradas de cortas a cortísimas como suelen ser en este género), recrea (y cito textualmente la contraportada pues creo que resume perfectamente la esencia del libro) “un segmento de vida en sus múltiples manifestaciones, a través de un conglomerado de naturaleza híbrida que abarcan el aforismo, la prosa poética, la anécdota, el relato autobiográfico… Literatura en torno al yo [...]. Textos jalonados por referencias literarias y culturales, incursiones en el humor e inexcusable interés en el lenguaje.” Y es que, efectivamente, lo que primero se advierte en el libro es ese interés diría que, en ocasiones, un tanto exacerbado por el lenguaje que me hizo, varias veces, consultar el diccionario lo que, lejos de molestarme, me agradó y me motivó. Pero no sólo se nota dicho interés por el léxico sino también por el estilo, un estilo culto y cuidado hasta el detalle. Este “Rasgar algo de vida” de Jesús Artacho desprende verdad y observación, una mirada sincera que no sólo se fija en la vida que pasa por fuera, sino que también escudriña el centro de su persona dejando ver en varias entradas del libro una desnudez autocrítica con la que cuestiona, quizás a veces con demasiada severidad, no sólo su yo literario sino también su yo como persona humana: “Mis manos. Pequeñas, ridículas, delatoras, revelan que contravengo el mandato divino, al no ganarme el pan con sudor, con esfuerzo físico. Así tomadas, por sí solas, casi requieren una explicación vergonzosa. Inútiles, incapaces para lo práctico, pueden llegar a atufar a desidia de mal vástago. Y es que, a diferencia de las de mis ascendentes, no se muestran curtidas por el trabajo. Subrayan que, hasta la fecha, sigo otro camino. A veces puede uno llegar a mirarlas con una punzada de culpabilidad”.
“Rasgar algo de vida”, casi como su propio título indica es un libro que a base de “arañazos” (por seguir con el símil de la rasgadura, esto es, de entradas de cortas a cortísimas como suelen ser en este género), recrea (y cito textualmente la contraportada pues creo que resume perfectamente la esencia del libro) “un segmento de vida en sus múltiples manifestaciones, a través de un conglomerado de naturaleza híbrida que abarcan el aforismo, la prosa poética, la anécdota, el relato autobiográfico… Literatura en torno al yo [...]. Textos jalonados por referencias literarias y culturales, incursiones en el humor e inexcusable interés en el lenguaje.” Y es que, efectivamente, lo que primero se advierte en el libro es ese interés diría que, en ocasiones, un tanto exacerbado por el lenguaje que me hizo, varias veces, consultar el diccionario lo que, lejos de molestarme, me agradó y me motivó. Pero no sólo se nota dicho interés por el léxico sino también por el estilo, un estilo culto y cuidado hasta el detalle. Este “Rasgar algo de vida” de Jesús Artacho desprende verdad y observación, una mirada sincera que no sólo se fija en la vida que pasa por fuera, sino que también escudriña el centro de su persona dejando ver en varias entradas del libro una desnudez autocrítica con la que cuestiona, quizás a veces con demasiada severidad, no sólo su yo literario sino también su yo como persona humana: “Mis manos. Pequeñas, ridículas, delatoras, revelan que contravengo el mandato divino, al no ganarme el pan con sudor, con esfuerzo físico. Así tomadas, por sí solas, casi requieren una explicación vergonzosa. Inútiles, incapaces para lo práctico, pueden llegar a atufar a desidia de mal vástago. Y es que, a diferencia de las de mis ascendentes, no se muestran curtidas por el trabajo. Subrayan que, hasta la fecha, sigo otro camino. A veces puede uno llegar a mirarlas con una punzada de culpabilidad”.
En
“Rasgar algo de vida” nos encontramos retazos de la vida en Cuevas Bajas
(municipio del interior de la provincia de Málaga, rayando casi con Córdoba, de
unos 1.400 habitantes), de lo que pasa en el pueblo, y de la vida de algunos de sus
habitantes que J. A. encuentra peculiares.Interesantísimas
las anécdotas que relata sobre algunos de sus vecinos así como las suyas
propias en su relación con padres y hermana. Su día a día en su trabajo como
bibliotecario también le ofrece a J.A. material para la reflexión y argumento
para unas cuantas entradas.
Y en ese transcurrir lento, propio de las
zonas rurales, va aconteciendo la vida del autor que, con la habilidad de un
buen escritor, hace que todo eso que nos refiere nos llegue a interesar hasta el punto de
engancharnos.
Aunque
el libro está salpicado por referencias
literarias y culturales, he echado de menos, eso sí, alguna referencia más a
las lecturas del autor (las hay pero me hubiera gustado que hubiera más aún),
algún comentario de lo que había ido leyendo o más cosas que le hubieran
llamado la atención en el momento de la escritura de este dietario. Es cierto también que el humor está presente; un sentido del humor inteligente y mordaz con el
que el Jesús Artacho examina y se examina en el mundo. Por poner un ejemplo no muy
extenso: “Existe gente, y no poca, a la que la Sorbona no le suena a universidad
parisina, más bien a nombre chusco de actriz porno o mote de prostituta.
Conviene recordarlo de cuando en cuando”.
Me
ha gustado muchísimo este libro y creo
que no defraudará al lector de dietarios o diarios, o simplemente a quien
busque una lectura diferente y entretenida sin dejar de lado la calidad.
Dice
el propio Jesús Artacho en la contraportada que será “con probabilidad la
primera entrega de una serie en construcción”; y yo espero, de verdad, que así
sea.
Qué buena reseña de estas páginas autobiográficas, querida Sandra, deja la sensación de abrir rasgos nuevos a una identidad que se va moldeando en el tiempo, que hace de lo diario encrucijada y búsqueda. Fuerte abrazo.
ResponderEliminar¿Ya estamos a 26 de enero?
ResponderEliminarUn placer pasar de nuevo por aquí. Por cierto, me encanta el título de "El rayo que me parta".
Un besote.