COSAS
RARAS
Bucear
en el lago que había al lado de la casa acabó por convertirse en
misión imposible. Desde que el lugar se puso de moda para practicar
deportes acuáticos ya no hubo tranquilidad; así que no tuve más
remedio que recoger los bártulos y buscar otro lago. Además, ya no
había vuelto a ver a Brina, la chica de ojos tristes y cola de
sirena que miraba siempre, con extraña fijación, la casa
abandonada.
Antes de irme le eché un último vistazo. Creí ver
una presencia tras los cristales, pero me di media vuelta, colocando
hacia atrás mis escamas, y me fui. Yo no creo en cosas raras.
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