El viento del Este sopló con fuerza. Los paraguas de la pareja que se besaba en medio de la plaza se convirtieron en esqueletos inútiles de aluminio con mortaja negra. Los besos volaron antes de llegar a las bocas, imposible acercar los labios. Mantenerse agarrados en pie ya era bastante.
La Torre Eiffel aguanto bien el envite. Ni sintió, ni padeció. Su estructura de hierro siempre estuvo a prueba de huracanes. Es lo que tiene el hierro, y es lo que tienen los corazones de este material…ya pueden soplar vientos, huracanes y tifones que ellos aguantan y resisten. Eso sí, casi todas las personas que presumen de tenerlos se olvidan luego de cuidarlos y al final terminan recubiertos de una capa de óxido tan gruesa que la herrumbre termina por hacerlos dejar de latir.
Yo, por mi parte, no me opuse a esta fuerza de la Naturaleza que venía de espalda y aproveché su empuje, me di un impulso hacia arriba, me dejé llevar, utilicé mi paraguas como timón y di el salto más grande de toda mi vida.
Aún no sé dónde aterrizaré, dónde me dejará este viento del Este, pero mientras tanto...disfruto de las vistas.
©SandraSánchez(Pulgacroft)
#MicroFicción para los #ViernesCreativos del blog El Bic Naranja. Allí nos dan la imagen, este caso una fotografía de Henri Cartier-Bresson, y nosotros ponemos las palabras.
Que escrito tan bonito. Disfruta de las vistas que seguro eres muy feliz contemplandolas. Yo di el salto hace trenita y ocho años y aún soy feliz contemplandolas.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola Josea, siempre me da mucha alegría verte por aquí. Me alegra que te encuentres así de bien!
EliminarMuchas gracias por comentar. Otro abrazo para ti,
Sandra.