Se abre el día y comienza la
función. Entrada libre, sesión continua. Pupilas que miran, ojos que no ven. La
estatua representa in extremis su obra yacente: la mirada se pierde en el
infinito, sin brillo. Imposible no volver la cabeza hacia ella. Infima
existencia de un día que concibe arte perfecto. Y la gente, sorprendida por el
realismo de la quietud hierática, contempla la belleza…
Pasan las horas, el
ajetreo constante envuelve a la efigie de soledad acompañada mientras caen las monedas que colman el sombrero.
Mucho más tarde, en la
oscuridad de la noche, el barrendero se detiene
un momento frente a la imagen. Se acerca, se agacha, observa, toca…
Todos miraron, nadie vio. El
rígor mortis pone el broche final al acto.
Esta vez pulga, lo has bordado. El final es, además de sorprendente, sublime. Enhorabuena.
ResponderEliminarPara pensar, in extremis me ha gustado
ResponderEliminarHasta otra...
Piel de Retales, gracias, sobre todo viniendo de ti!!
ResponderEliminar;)
JaaC 61, hasta cuando quieras, siempre.
;)
Profundo y sorprendente. Bien!
ResponderEliminarGenial.
ResponderEliminarUn abrazo.
Jordicine: gracias!
ResponderEliminarsísifo: Gracias! otro para ti!