Una ciudad entera vive en mi
cabeza, con sus calles, con su tráfico, con sus casas, con su gente.Ruidosa, estridente,
brillante y agobiante que bulle, que grita, que entorpece mis pasos. Una
ciudad infame que sangra pecados desde el asfalto caliente... Que gime cuando la
miro y ríe cuando la sueño.
Una ciudad infinita de luces y de espejos rotos me desgarra por dentro y me
aplaude por fuera, me sacrifica en la cruz
de su locura.
Me degrada y me eleva, me engulle...
A veces soy el vecino del
quinto que no para de gritar, otras la vieja del tercero que vive sola y sin
esperanza o el pianista del segundo que se traga sus propias teclas.
Me paseo
por la calle y no me ves, soy un fantasma de sábana roída y cadenas oxidadas.
La gente tiene prisa, no se para, ni escucha, ni mira, ni vive, ni toca…ni
siente...sólo mastica lodo.
Soy el niño de la mano del abuelo o la niña del portal de enfrente que
quiere ser mayor a toda costa.
Las ruedas de los coches me atropellan los pies
y no grito, solo callo, paso el dolor con
píldoras de Fe…
Cuando llueve me refugio en los soportales, pero sigue rezumando
humedad por todos lados. Una humedad que cala los huesos que no tengo , que se
rompieron hace tiempo como el cristal de la ventana de tu escaparate.
Me acuesto
entre noticias de política corrupta, de cobardes malos tratos, de deportes anestésicos,
de cifras envenenadas…y apago la luna hasta mañana.