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Laura Austin |
Me
tumbé en medio de la carretera y pensé, “hasta aquí he llegado, no puedo más”.
Podría haberme echado en el arcén, o caminar hasta llegar a una gasolinera y
sentarme a descansar mientras tomaba café. Pero no, me tumbé allí, en medio de
la nada, sobre aquellas dos rayas amarillas que prohibían adelantar en ambas
direcciones, esperando que un camión no pudiera frenar a tiempo.
No sé si era la famosa ruta 66 o la 2400, me daba igual. Hacía años que
caminaba por carreteras solitarias y ahora ya todas me parecían iguales…quizá
anduve en círculos y ni siquiera me di cuenta, quizás un poco más allá había
una playa, o un bosque o el precipicio en el que acababa el mundo… nunca lo llegaría
a saber. No me movería de allí, de aquellas dos rayas amarillas...
A lo lejos divisé tres figuras extrañas y, cegada por el reflejo del sol que
emitía una de ellas, creí oír los ladridos de un perro…
Tal vez el camión que esperaba, ya había pasado.