Y, manteniéndome la mirada con mucha sangre fría, posó para mí completamente quieta.
Verba volant, scripta manent.
Visita al cementerio
Las vistas desde el cementerio. |
Yo, que no soy de seguir la tradición de visitar cementerios por estas fechas o, debería aclarar, que cada vez soy menos propensa a ello, me he acercado hoy a visitar a mis muertos. Mis muertos; me gusta esa expresión, me suena un poco como decir "mis hijos", por ejemplo; alguien a quien cuidar aun sabiendo que ya no necesitan nada, si acaso el recuerdo y ése lo tienen asegurado. Pero, decía, que hoy he visitado el cementerio y he cambiado las flores en este día que salió primaveral, siendo otoño. Está situado, el cementerio, en una loma con una vistas preciosas a mi Cantábrico y siempre me ha gustado imaginar que mis muertos también pueden disfrutar de ellas. Qué cosas.
Mientras estaba yo intentando tener unos momentos íntimos de recogimiento(si no fuera por las fechas no habría nadie) escuché, sin querer, una conversación ajena. Iba el asunto sobre dos hermanos (hombre y mujer o chico y chica, no sé bien), al parecer ella -la mujer o la chica- había sido la heredera beneficiaria de la persona que era ahora vecina en la hilera de nichos de quien visitaba la narradora de esta anécdota y él - el hombre o el chico- no había sido, por lo visto, agraciado con la suerte de haber entrado en dicha herencia así que, "cómo es lógico" (palabras textuales de la narradora) él no aparece por aquí. No escuché respuesta por parte de la persona a la que se lo contaba; no sé si no la hubo o si mi mente se puso a pensar en lo que había oído dejándome privada de este sentido por unos momentos. Y es que, no pude por más que llevar mi pensamiento hacia la reflexión de que, por lo general ( y sin entrar en el tema particular de estas personas que vete tú a saber), únicamente la entrega de lo material (y más concretamente de lo que podemos cuantificar en dinero) nos convierte en muertos susceptibles de visita y correspondiente acondicionamiento de nuestro lugar de descanso eterno.
Y muchas veces ni aún con ésas.
Una intuición
Leo en el "Libro del desasosiego" de F. Pessoa: "El corazón si pudiese pensar, se pararía".
*****
Detenerse a contemplar la quietud de una flor, la lenta caída de una hoja, el persistente e incansable flujo de la marea sobre la playa. Paladear un verso dejando que nos acaricie el alma... Intuir que sólo estamos aquí para aprender a contemplar la vida que nos rodea y así poder ser plenamente conscientes de la nuestra. Aprender a admirar mirando y, así, poder vivir en consonancia y a través de esa admiración consciente. Ése debe ser el fin y no un mero entretenimiento en tiempo de ocio. El resto: la prisa, la transacción, la apariencia, el mercantilismo, la emoción superficial... es sólo atrezzo (intuyo).
Cyclamen blanco
Desde hoy, vive conmigo (afuera en el alféizar de la ventana) otro cyclamen. Éste es de flores blancas y en su base, en la parte en que la hoja se une al tallo, forma un dibujo, como si fuera un cáliz, de un color rosa fuerte. Es curioso cómo, precisamente, las condiciones adversas (o que nosotros consideramos adversas) como son la lluvia, el frío y la poca luz del invierno, sean las que mantienen a estas plantas más vivas y luciendo en esta época su belleza máxima. No deja de ser curioso cómo, a veces, lo que para unos es motivo de desaliento e incluso de derrota, resulta para otros el pilar no sólo de su propia supervivencia sino de su esplendor.
Prospect Park. Hilario Barrero
Dice Hilario Barrero (Toledo, 1946) que “Escribir un diario es formular la existencia humana en términos literarios porque la vida es el cuento de nunca acabar.” y creo que, ciertamente, nos percatamos mejor de ello cuando, al leer un diario que abarca dos años completos, vemos cómo los días se repiten en fechas y cómo, aunque cambie lo que hacemos, el fondo último de nuestra existencia es el mismo.
Creo asimismo que he elegido bien el tiempo en el que leer a H.B; aunque tenía ya el libro desde mayo -y la suerte, también, de que me lo hubiera podido dedicar cuando vino a Oviedo en ese mismo mes-, no me había decidido, por fin a leerlo, hasta ahora, en octubre, y digo que hice bien porque el paisaje otoñal que me acompañó durante su lectura está muy acorde con el tono que destilan las letras que resumen estos dos años que abarca el libro (2014 y 2015). Paisaje otoñal aquí afuera y paisaje otoñal y crepuscular también en todo el libro, ya sea noviembre o mayo, porque H.B. dedica buena parte de su tiempo a despojarse, como las hojas de un árbol en esta época, de todo eso que ha ido acumulando durante su vida: “Así es la vida, almacenar papeles, elogios, dinero, diplomas para ir deshaciéndose de ellos en estos días largos de invierno en los que no puedes salir a la vida por miedo a que se te congele el corazón”. Y, me temo que ese miedo a congelársele el corazón no lo siente sólo físico por las bajas temperaturas que se dan en Brooklyn -donde vive- en esas fechas, sino también por el frío de la vida misma cuando entra uno (o una) en esos años en los que se mira mucho más hacia el pasado que hacia el futuro.
Y es la mirada del autor, una mirada intimista, melancólica (quizás a veces demasiado pues no considero tan mayor a HB) pero encontrando a la vez (y esto me ha también reconfortado al ir leyendo) el punto justo de optimismo para seguir adelante. Una mirada, también, de descubrimiento- para todos aquellos, como es mi caso, que no conocemos (o que no conocemos aún) Nueva York- y de asombro ante las estampas cotidianas de gentes, quehaceres y deleites que va experimentando en su paseo por la vida.
Y es la mirada del autor, una mirada intimista, melancólica (quizás a veces demasiado pues no considero tan mayor a HB) pero encontrando a la vez (y esto me ha también reconfortado al ir leyendo) el punto justo de optimismo para seguir adelante. Una mirada, también, de descubrimiento- para todos aquellos, como es mi caso, que no conocemos (o que no conocemos aún) Nueva York- y de asombro ante las estampas cotidianas de gentes, quehaceres y deleites que va experimentando en su paseo por la vida.
Personalmente, como asturiana que soy, me ha gustado también leer sus apuntes sobre Gijón. Ha sido como poder vernos desde fuera, como poder en cierta manera “espiarnos” a nosotros mismos a través del agujero de una cerradura, qué típico esto por ejemplo: “Julio se va (refiriéndose al mes) y el verano no ha llegado todavía a Gijón”. Me ha hecho gracia.
Está muy presente la muerte en “Prospect Park”. Muerte de familiares, muerte de amigos, muerte de poetas y escritores referentes para el autor y, muerte también de un tiempo de juventud en el que la ilusión y el amor eran mucho más primaverales que los tiempos de nieve que nos presenta ahora H.B. Esa nieve que cubre buena parte de las páginas de este diario, es blanca como el pelo blanco, como la vejez que el propio autor siente cercana, como la derrota interna que parece que viva a partir de su jubilación como profesor en la Universidad. Emotivos son los pasajes de despedida, no tanto externa como interna al tener que asumir una nueva etapa en la que los jóvenes a los que da clase no van a estar presentes en su nuevo día a día.
“Prospect Park” es un ejercicio de intimismo. Casi todas las entradas van dirigidas a un “yo” (supongo intrínseco al propio género diarístico, evidentemente) en una introspección reflexiva con la que yo misma, por mi forma de sentir, me siento muy identificada. El resto de entradas se suelen dirigir a un “tú” de la persona amada, siempre como apoyo y pilar en la vida de H.B. Y es que es éste un libro de amor, de amor a la vida, amor a sus seres queridos, amor a sus amigos y amor a la persona con la que comparte su día a día desde hace tanto.
Y hay, también, soledad en “Prospect Park” sí, pero es esa soledad que nos invade cuando al dar un paseo por un parque vemos la vida que bulle a nuestro alrededor y que, a veces y sin saber muy bien por qué, sólo alcanza a rozarnos levemente.
Me quedo con este párrafo del libro que hago mío: “Tú y yo, solos en el parque, con la nieve y el peso de la vida sobre nuestros hombros. Hundiendo nuestras pisadas por caminos inseguros, tenemos la duda helada de si esta ha sido la primera vez que nos hemos enfrentado con una luz nueva o si esta será la última vez que nos perdamos para siempre en el parque”.
Como le escribí al propio Hilario Barrero al acabar su lectura, ahora mientras espero la publicación de su próximo diario, tendré que leerle “hacia atrás” pues este “Prospect Park” es el primer diario que leo suyo.
Jaque mate al mundo
Estoy segura de que las tardes de sábado, lluviosas y caseras, al abrigo de los libros las inventó un gato.
Suena en casa:
Ce n´est pas un pòeme
CE N' EST PAS UN PÒEME
No me leas;
esto no es un poema,
solamente es el intento
de darle nombre a un cuadro.
esto no es un poema,
solamente es el intento
de darle nombre a un cuadro.
Doce de octubre
En este día de fiesta
(en el que luce medio sol, media nube)
me visto, me preparo y salgo
a comer.
(en el que luce medio sol, media nube)
me visto, me preparo y salgo
a comer.
Celebro el santo que ya
no puedo celebrar
contigo; el beso sin labios, el abrazo
sin brazos, el cariño sin cuerpo.
Celebro a este lado sola -sólo-
la reliquia de un nombre
y este amor incorrupto.
contigo; el beso sin labios, el abrazo
sin brazos, el cariño sin cuerpo.
Celebro a este lado sola -sólo-
la reliquia de un nombre
y este amor incorrupto.
Letanía para un día cualquiera
Abre los ojos,
que la Vida no te pille dormido,
que te pille despierto pero no con prisa
o del mal humor.
Si miras sólo de frente
sin que te importe qué pasa a tu lado
que no te pille la Vida.
Que no te pille en una mentira
o haciendo oídos sordos.
Que no te pille ciego ni mudo
y sin opinión propia.
Que no te pille la Vida sin tener amigos.
Que no te pille sin ser tú
o viviendo la vida de otro.
Que no te pille aburrido
con las manos en los bolsillos.
Que no te pille indiferente
o sin principios.
Que no te pille sin tener palabra.
Ten en cuenta si te subes -o te suben-
a un pedestal que no se ve la Vida
desde tan alto. Y que no te pille
creyéndote mejor que nadie; no lo eres,
te lo demostrará la Vida.
Que te pille siempre jugando limpio.
Que no te pille en la luna
pero no dejes de soñar aunque
cumplas años.
Que la Vida te pille viviendo de veras.
Que estés VIVO (con mayúsculas)
cuando te pille,
no te vaya a coger de improviso y pase
y no te hayas dado cuenta entonces
de que eso que pasó
era la Vida.
Y una botella de ron
Tampoco hoy encontré trabajo, pero poco me importa. Prefiero merodear por el puerto, sentarme en un noray y fumar una pipa observando cómo zarpan los barcos en los que no me enrolaré nunca. Me conformo con las monedas que me dan por contar historias en la cantina. Dos o tres whiskies avivan mi imaginación y además matan el hambre. A todos les gusta escuchar sobre países lejanos y vidas que jamás vivirán…
Ayer, un tal Stevenson me pagó tres monedas porque le contara más detalles sobre mi aventura con John Silver; pobre iluso.
Malos poetas
Debería de existir un cubo donde reciclar los malos poemas.
No, mejor aún;
debería de existir un cubo donde reciclar los malos poetas.
La escapada. Gonzalo Hidalgo Bayal
NOTAS DE LECTURA
Libro, en mi opinión exquisito, es el tema, de esta novela, un viaje nostálgico por la juventud perdida de dos amigos que se encuentran en el puesto de libros del pasadizo de San Ginés, en la madrileña calle Arenal. Cuenta el narrador de la novela en la primera página (personaje que se quedará ya en mi particular universo de personajes literarios) que, se detiene en el pasadizo de San Ginés sin más motivo que la nostalgia literaria- que no deja de ser una forma dulce de añoranza del pasado y del tiempo perdido y aclara- “ todo el tiempo pasado, como se sabe, es también tiempo perdido, doblemente perdido: porque no lo aprovechamos, porque no ha de volver. Quien sea o haya sido lector voraz rara vez pasa por delante de un puesto de libros sin detenerse”.
En una entrevista que leí hace poco en El Cultural* refiriéndose a la prosa de Hidalgo Bayal, se decían cosas como “extremadamente culta, pulida y cadenciosa, como de otra época” y también que su única meta al escribir, es precisamente eso, escribir, y hacerlo sin mirar el reloj o el calendario. No puedo estar más de acuerdo en todas estas apreciaciones. La falta de prisa es algo que transmite la novela, tanto el estilo como la trama, y se nota también ese regocijo personal en la tarea de ESCRIBIR (con mayúsculas), para que quien lo lea no sólo disfrute de una historia sino de las propias palabras y construcciones en el uso del lenguaje.
Dice también G.H.B. en esa misma entrevista que “aspiro a una prosa de cierta intensidad poética y esa cualidad se aprende más en los libros que en el habla. No me atrae la prosa literaria meramente informativa, tampoco la coloquial.” y también que “hasta que no considero aceptable el sonido de la prosa, el ritmo, la sintaxis, no me parece que el texto esté acabado.” Basta con leer esta novela, que es la última hasta ahora del autor, para saber que todo eso que dice es cierto.
Poco más que añadir a las propias palabras del autor, solamente, eso sí, recomendar con empeño su lectura. No he estudiado Filología pero, por lo visto, hay varios guiños en la novela a esta disciplina que reconocerán, seguramente, los que sí lo hayan hecho.
Poco más que añadir a las propias palabras del autor, solamente, eso sí, recomendar con empeño su lectura. No he estudiado Filología pero, por lo visto, hay varios guiños en la novela a esta disciplina que reconocerán, seguramente, los que sí lo hayan hecho.
Gonzalo Hidalgo Bayal, nació en Cáceres en 1950 y dice que Faulker le hizo pasar de los endecasílabos a la prosa. Bendito Faulkner.
*Aquí la entrevista a la que me refiero: https://elcultural.com/Gonzalo-Hidalgo-Bayal-Me-excedo-en-lo-intelectual-y-me-reprimo-en-lo-sentimental
XVIII Premio Emilio Alarcos de Poesía
Esta tarde he asistido al acto en el cual se ha fallado aquí, en Oviedo, el XVIII Premio Alarcos de Poesía. El galardonado ha sido David Hernández Sevillano con su poemario "El reloj de Mallory".
El título de la obra ganadora se corresponde con un hecho real: la muerte del alpinista Mallory durante un intento de escalada al Everest. Su cadáver fue hallado 50 años más tarde con un reloj sin manecillas.
El jurado ha valorado que «el libro se basa en esta anécdota para interpelar a los lectores desde una mística de la escalada, por la naturaleza del ser humano y del tiempo» y ha destacado «la celebración de la luz y de la naturaleza, inserta en una traslación formal pulcra y depurada, bendecida por alusiones a grandes maestros, como Claudio Rodríguez».
Como presidente y portavoz del tribunal ha actuado el poeta Luis Alberto de Cuenca y como vocales, le han acompañado la directora de la Cátedra Alarcos de la Universidad de Oviedo, Josefina Martínez; Carlos Marzal, Premio de la Crítica y Nacional de Poesía; el editor Chus Visor; la poetisa Aurora Luque, y el profesor de la Universidad de Oviedo y crítico literario José Luis García Martín. Por parte del Gobierno regional ha participado el director general de Cultura y Patrimonio, Martín López-Vega, que ha presidido el acto. (Fuente: ElComercio.es)
A su vez, recogía el premio de la anterior convocatoria el poeta valenciano Emilio Martín Vargas, que fue galardonado el año pasado por su poemario "Todo el mundo me mira".
LA PAZ ESTÁ EN LAS MATEMÁTICAS
Solo
lo que amo y deseo
hasta el punto del terror
me sobrevive, nada
es real hasta que sangra, en mi ordalía
no acepto más abrigo que la culpa
ni más paz que la espera
bajo este cielo enmilagrado:
líbrame,
señora de mis abismos,
de contemplar la vida como quien contempla,
para intentar comprender su naturaleza,
un animal disecado.
Emilio Martín Vargas "Todo el mundo me mira" (Visor libros, 2019)
Habitar islas
ISLAS
El mar, la Poesía.
El poema, la botella.
El náufrago, el poeta.
(Y esa esperanza
- siempre viva -
de que nadie, nunca,
le rescate).
(De la antología "Vive la voz" (Poesía en Valdediós XVI, 2018)
Alejandra Pizarnik 25 de septiembre de 1972
nada más
que hasta el fondo»
Tal día como hoy de 1972 moría en Buenos Aires mi
querida Alejandra Pizarnik. Se tomó 50 pastillas de Seconal y dejó escritos en
una pizarra esos tres versos. Estaba de permiso, de fin de semana, de un
ingreso por una fuerte depresión en un hospital psiquiátrico. Tenía 36 años.
Despedida
Mata su luz un fuego abandonado.
Sube su canto un pájaro enamorado.
Tantas criaturas ávidas en mi silencio
y esta pequeña lluvia que me acompaña.
Contrariedad
Con cada día que pasa la propia apreciación de mi pequeñez se va haciendo mayor. Pequeñez en lo que soy. Pequeñez en lo que escribo. Sólo la lectura alivia ese sentimiento y es, a la vez también, la lectura la que lo alimenta.
Ahora que se nos fue el verano
LO QUE QUEDA
Marchita la belleza de las flores
sobrevive, lozano, el pensamiento.
Y ése,
es tuyo para siempre.
De "Una manzana en la nevera" (Piediciones, 2017)
Libro de los silencios. Francisco Silvera.
NOTAS DE LECTURA
Al igual que hay personas a las que nos gusta escuchar porque nos transmiten tranquilidad, o paisajes que con sólo mirarlos nos devuelven a la calma, o música que nos relaja… igual que escuchar el correr del agua de un riachuelo nos invita a la meditación y al sosiego, así es la lectura de la excelente prosa de “Libro de los silencios” del onubense Francisco Silvera (Huelva, 1969) y Premio Andalucía de la Crítica 2019.
Un narrador omnisciente nos acerca al personaje principal del libro, Lorenzo - persona de pocas palabras pero pensamientos profundos en su sencillez- que vive la etapa final de su vida consciente e intensamente a través de la observación cotidiana y sosegada de la vida en su pueblo. Alejado de la ciudad, de sus prisas y de la vida moderna - que no entiende- Lorenzo, experimenta en el silencio el sonido de su propia existencia a través de los sonidos del campo y de las rutinas de alguien que lo ha vivido ya todo.
Este “Libro de los silencios” es un libro bello, un festín del lenguaje, del uso de la palabra exacta, del léxico de la naturaleza, del paso de las estaciones y de la observación tranquila y serena del presente. Un homenaje al campo y a la vida rural.
Este “Libro de los silencios” es un libro bello, un festín del lenguaje, del uso de la palabra exacta, del léxico de la naturaleza, del paso de las estaciones y de la observación tranquila y serena del presente. Un homenaje al campo y a la vida rural.
De capítulos muy cortos (apenas una hoja u hoja y media por cada uno) que son, casi, relatos que se sostienen por sí mismos (pero a la vez muy bien hilvanados articulando el conjunto de la obra) en cada uno de ellos se contiene una descripción, una anécdota, un instante… y conviene - o así lo hice yo- leer de forma lenta paleando el poso de cada capítulo.
Hacía tiempo que un libro no me parecía tan bello, que un personaje no me calaba tan hondo. Todo un hallazgo.
“Y Lorenzo mira al cielo, en las nubes ve acumularse todo su pasado y su presente que fluye; en la altitud celeste del celaje septembrino ve a sus familia, a sus amigos y a toda su alegría. Después mira al chaval caminando esforzado, la cabeza pequeña y viva, la espalda grande como de mulo, renqueando en el trasiego de la vida que le queda por delante y que le ha de decepcionar”.
Saña. Margo Glantz
NOTAS DE LECTURA
Si los libros tuvieran dientes en lugar de hojas y pudieran morder, uno de ellos sería "Saña" de Margo Glantz (autora que no conocía hasta ahora). Cuando menos extraño, "Saña" es un libro inclasificable, raro, de esos que te dejan un inexplicable sabor de boca, y no recomendable para todos los públicos. Como nos cuenta en la contraportada, el tema de "Saña" es su título, una exploración en torno a ese sentimiento más allá del rencor, del odio, de la inquina...
El libro consta de pequeños artículos (prácticamente uno por página), apuntes o reflexiones que funcionan de forma autónoma aunque también sutilmente conectados al abordar -principalmente- historias sobre los pintores Bacon y Spencer, las andanzas de Rimbaud o el músico Scarlatti y temas tan crudos y crueles como el holocausto nazi, la intolerancia hacia lo monstruoso y lo incompleto en el Antiguo Testamento, la moda o los museos de Nueva York.
"Saña" tiene ese extraño poder sugestivo de atrapar la mirada morbosa del lector, como cuando vemos un accidente en la carretera y reducimos la velocidad al pasar al lado de la ambulancia.
Este libro es uno de esos que me ha encontrado a mí en una biblioteca.
Transcribo dos de sus artículos que me han llamado la atención:
CUENTO DE HADAS
Hubo una vez una ciudad polaca llamada Oswiecim, con su castillo, varias iglesias, el amplio mercado medieval y una sinagoga. Fundada en 1270 por los alemanes, vivieron allí hasta 1457. Varios siglos después la recuperaron y se convirtió en el centro simbólico de la Alemania Oriental, a partir de 1940.
Fue entonces, y a la vez, una ciudad modelo y un campo de concentración con sus barracas, sus cámaras de gas, su crematorio y amplios espacios para trabajos forzados. Hoy se la conoce solamente como Auschwitz-Birkenau, quizá tambien como Oswiecim, próspero pueblecito cercano al campo.
JERARQUIZAR
Un despacho con vistas
Esta mañana tuve que ir, por trabajo, a hacer una consulta en una Consejería. Me atendió un funcionario detrás de una mesa en un pequeño reducto, dentro de una sala compartida. El sitio, aunque pequeño, no estaba mal pero lo mejor que tenía eran las vistas. Pude observarlas durante un pequeño lapso de tiempo en el que el funcionario tuvo que salir fuera: desde allí se veía un intenso cielo azul, algunas nubes quietas -de esas blancas y esponjosas que nos gusta mirar porque siempre nos recuerdan a cosas o personas conocidas- y un sol, extremadamente amarillo, de rayos iridiscentes que brillaba con fuerza. Recuerdo también una palmera de hojas muy verdes y un mar de un azul eléctrico; y luego a la izquierda, un castillo marrón de torres muy altas con banderas de colores ondeando. Mucho más cerca, una familia cogida de la mano se acercaba sonriendo.
Al poco, llegó el funcionario y tuve que volver la vista hacia la mesa iluminada por la luz artificial. Sentí no poder seguir disfrutando de aquel paisaje tan colorista.
Al salir, me fijé en una foto: era de una niña de unos 7 años que se parecía bastante a la niña que había visto antes cogida de las manos de sus padres, en el dibujo. Era rubia, como el funcionario, y firmaba "Marta" con letra grande y redonda...
Luego salí a la calle y hacía sol. Pero no era lo mismo.
Herencia
No podía dejar de llorar. De dónde había surgido tanta lágrima era un gran misterio. La situación tenía el cariz de castigo divino, así que decidió aislarse del mundo por si, evitando los motivos para el llanto, pudiera éste cesar. Pero la soledad la llevó a un estado emocional tan extremo que acabó arrancándose los ojos. Fue inútil; de aquellas cuencas vacías brotaron, con fuerza, exuberantes cataratas. Se quitó, de una forma expeditiva al fin, la vida; y entonces sí, entonces su cuerpo se convirtió en un indolente desierto de sal.
Hace demasiados años, ya, que sus hijos lloran su muerte con una inquietante
literalidad.
Recuerdos del futuro. Siri Hustvedt
NOTAS DE LECTURA
La forma de narrar desde distintos espacios y tiempos (trae al presente actual el presente que fue en 1979, recogido en su diario) como si se tratara, a veces, de un puzzle, de ir construyendo la historia, interpretando recuerdos, la manera de relacionar personajes, de ir dejando pistas a lo largo de la trama o tramas que modelan “Recuerdos del futuro”, me ha gustado y me ha interesado mucho.
Me ha enganchado desde el principio por lo que tiene de thriller psicológico, de autoficción (podría decirse que el libro son unas memorias noveladas de la autora), por la cantidad de elementos metaliterarios, referencias a otros libros, obras de arte, por ese ensayo entreverado sobre feminismo, por sus alusiones filosóficas, etc, por el reflejo atrayente del ambiente intelectual de la Nueva York de finales de los 70 y sobre todo por la capacidad de ahondar en la propia memoria, real y ficticia.
Una obviedad
Foto: Sandra Sánchez |
Ayer,
al cambiar de calle en un semáforo, se cruzaron conmigo dos señores mayores y
entonces oí que uno le decía al otro “todas las flores se marchitan”. Sin más,
descolgado de cualquier conversación (mientras esperaban a que abriera el
semáforo estaban en silencio). Tampoco escuché respuesta por parte del otro
señor, al menos, en el tiempo que tardaron en pasar. No sabré nunca la razón de
esa frase (aparentemente) sacada de todo contexto, pero la sorpresa de escucharla
a mi lado así, tan fuera de lugar me hizo pensar en ella, en su rotundidad y
redondez, en su capacidad de contener tanto en tan pocas palabras: “Todas las
flores se marchitan”; verdad absoluta, ejemplo de verbo transitivo, eufemismo
para la muerte, clase de botánica, alegoría de la efímera juventud, dato
empírico, verso libre, realismo puro, idea poética, hecho inevitable,
ecuanimidad natural, lección de vida, inspiración artística, oración activa,
cavilación pesimista, título de algo, pensamiento trágico, cruel paridad, poema
en sí mismo. Una simple obviedad.
Un piano entre la nieve, de Isabel Marina
Un piano entre la nieve
Isabel Marina
Prólogo de
Marcos Tramón
BajAmar Editores
Gijón, Asturias,
2018
La belleza de la añoranza
Es el segundo poemario de Isabel Marina un poemario hermoso y triste. Con esa belleza que desprende siempre la añoranza. Y quizás pueda, todo él, resumirse en el aserto de dos de sus versos: “todo lo vivido acaba para siempre, / y después sólo vuelve el recuerdo”.
“Un
piano entre la nieve” es un conjunto de ochenta y dos poemas,
en verso libre, bien articulados en cuatro partes: Origen, En el camino, Revelaciones y Resplandor. El piano – objeto estático, quieto, poco manejable- es también instrumento que nos invita a viajar
a través de las emociones que provoca su música. Isabel Marina nos propone precisamente
ese viaje sensorial detenido, ya que nos lleva a un tiempo concreto del pasado:
el de su infancia y su adolescencia (antepongo
conscientemente el posesivo a estos sustantivos), pero también un viaje mudable
que nos va desplazando en el tiempo a través de recuerdos y evocaciones, de momentos
que destacan como si fueran piedras negras en contraste con la blancura de la
nieve.
En su primera parte, Origen, Isabel M. hace un recorrido
desde la infancia a la adolescencia. A través de todo el poemario los juguetes (generales y concretos) serán
para la poeta las palabras en clave de los momentos felices, en los que suele
aparecer además, la figura del padre, también añorado. Esos juguetes/momentos son deseados, escasos
quizá y por eso precisamente tan valorados. No así la palabra infancia, que no es sinónimo, a mi
entender, de felicidad sino más bien de un tiempo desvaído, un tiempo líquido
que se escurrió entre los dedos sin haberse prodigado en momentos del todo
venturosos. Se entreveran infancia y adolescencia y los juguetes son sustituidos
por objetos, a veces determinados otras veces más genéricos, que Isabel Marina
guarda en esa caja que es su memoria: “inocentes
objetos que dejaste un día/sobre tu cama de adolescente”.
En
el camino, es una transición introspectiva, una búsqueda
interior en la que añora, además de momentos, a los seres queridos que ya no
están. Si en Origen la mirada estaba
detenida en las primeras etapas de la vida, en En el camino conviene, la poeta, en la necesidad de seguir hacia
adelante- sin dejar de echar un vistazo por el retrovisor- consciente de todo
lo que arrastra. Y es en esta parte del poemario donde, a su vez, el presente
se convierte en espejo en el cual se mira para intentar conocerse o reconocerse:
“Aún seguimos aquí/ navegando entre
espigas que se mueven/ de cara al horizonte/ al son de la mañana/ aprendiendo a
desvelarnos en el espejo/ mientras que la luz ilumina los espacios interiores
que ignoramos […]” Traen, los
poemas, algo de esperanza en esta sección, sin abandonar el bello tono de
tristeza.
En el tercer título, “Revelaciones”, la voz poética se
posiciona en un presente esperanzador, por fin algo de luz y ánimo renovado. “Nace la mañana en un clamor de luz” –
dice en su primer poema- Trata,
asimismo, de enfrentarse a la realidad: “porque
debemos/ vivir lo que nos resta/ porque aún nos quedan/ amaneceres nuevos/
realidades que esperan/ nuestro nacimiento interior”. Se perciben en sus
versos menos inquietud, quizás cierto conforto en la contemplación sosegada: “Amo los paisajes desolados/ frente al mar
del invierno”. Por otro lado, la palabra “muerte” va tomando, a su vez, protagonismo. Pero es una muerte que
la poeta acepta rindiéndose -ya en la
tercera parte “Resplandor”- a su
certeza desde la conformidad celebratoria de la vida en el recuerdo. La
muerte/sus muertos se convierten en luz y apoyo para afrontar la vida y su
presente. Toda la inquietud de la primera parte, se va calmando en un dejarse
llevar, un mirar de frente a la muerte como esa mano que se tiende amiga a
abrirle los ojos y a advertirle de la fugacidad de la vida. De ahí, por
ejemplo, el poema Carpe Diem (uno de
mis favoritos del libro) “Disfruta de
esta noche con amigos, / de las conversaciones, de las risas, / […] la dicha de
estar vivo sin preguntas”.
“Un
piano entre la nieve” es un poemario lleno de lirismo y
evocación. Doliente, bello y de profusa emotividad. Un poemario en el que
Isabel Marina nos habla y se habla a sí misma, en el que se exorciza de la peor
de las añoranzas: la de aquello que no llegó a ocurrir. Y se convence de que el
pasado -con sus momentos hermosos y tristes- fue un camino necesario que la
trajo/nos trajo hasta este presente digno, sin duda, de ser vivido.
(Esta reseña fue publicada originalmente en el número 17 de la Revista literaria "Anáfora"https://improntaeditorial.wordpress.com/anafora/, Julio 2019)
Suscribirse a:
Entradas (Atom)
AVISO IMPORTANTE
Al haber cambiado la dirección de este blog, la nueva URL que se debe añadir para que se actualice correctamente si se quiere tener enlazado en un blogroll (la lista de blogs del lateral que solemos leer) es la siguiente (debe copiarse tal cual):
http://letricidiospremeditados.blogspot.com/feeds/posts/default?alt=rss
http://letricidiospremeditados.blogspot.com/feeds/posts/default?alt=rss