Verba volant, scripta manent.

La escapada. Gonzalo Hidalgo Bayal

La escapada. Gonzalo Hidalgo Bayal


NOTAS DE LECTURA

Libro, en mi opinión exquisito, es el tema, de esta novela, un viaje nostálgico por la juventud perdida de dos amigos que se encuentran en el puesto de libros del pasadizo de San Ginés, en la madrileña calle Arenal.  Cuenta el narrador de la novela en la primera página (personaje que se quedará ya en mi particular universo de personajes literarios)  que, se detiene en el pasadizo de San Ginés sin más motivo que la nostalgia literaria- que no deja de ser una forma dulce de añoranza del pasado y del tiempo perdido y aclara-  “ todo el tiempo pasado, como se sabe, es también tiempo perdido, doblemente perdido: porque no lo aprovechamos, porque no ha de volver. Quien sea o haya sido lector voraz rara vez pasa por delante de un puesto de libros sin detenerse”.

En una entrevista que leí hace poco en El Cultural* refiriéndose a la prosa de Hidalgo Bayal, se decían cosas como “extremadamente culta, pulida y cadenciosa, como de otra época” y también que  su única meta al escribir, es precisamente eso, escribir, y hacerlo sin mirar el reloj o el calendario.  No puedo estar más de acuerdo en todas estas apreciaciones. La falta de prisa es algo que transmite la novela, tanto el estilo como la trama, y se nota también ese regocijo personal en la tarea de  ESCRIBIR (con mayúsculas), para que quien lo lea no sólo disfrute de una historia sino de las propias palabras y construcciones en el uso del lenguaje.

Dice también G.H.B. en esa misma entrevista que “aspiro a una prosa de cierta intensidad poética y esa cualidad se aprende más en los libros que en el habla. No me atrae la prosa literaria meramente informativa, tampoco la coloquial.” y también que “hasta que no considero aceptable el sonido de la prosa, el ritmo, la sintaxis, no me parece que el texto esté acabado.” Basta con leer esta novela, que es la última hasta ahora del autor, para saber que todo eso que dice es cierto.
Poco más que añadir a las propias palabras del autor, solamente, eso sí, recomendar con empeño su lectura. No he estudiado Filología pero, por lo visto, hay varios guiños en la novela a esta disciplina que reconocerán, seguramente, los que sí lo hayan hecho.

Gonzalo Hidalgo Bayal, nació en Cáceres en 1950 y dice que Faulker le hizo pasar de los endecasílabos a la prosa. Bendito Faulkner.




XVIII Premio Emilio Alarcos de Poesía

Fallo del XVIII Premio Alarcos de Poesía_Foto:Sandra Sánchez


Esta tarde he asistido al acto en el cual se ha fallado aquí, en Oviedo,  el XVIII Premio Alarcos de Poesía. El galardonado ha sido David Hernández Sevillano con su poemario "El reloj de Mallory".



El título de la obra ganadora se corresponde con un hecho real: la muerte del alpinista Mallory durante un intento de escalada al Everest. Su cadáver fue hallado 50 años más tarde con un reloj sin manecillas.
El jurado ha valorado que «el libro se basa en esta anécdota para interpelar a los lectores desde una mística de la escalada, por la naturaleza del ser humano y del tiempo» y ha destacado «la celebración de la luz y de la naturaleza, inserta en una traslación formal pulcra y depurada, bendecida por alusiones a grandes maestros, como Claudio Rodríguez».
Como presidente y portavoz del tribunal ha actuado el poeta Luis Alberto de Cuenca y como vocales, le han acompañado la directora de la Cátedra Alarcos de la Universidad de Oviedo, Josefina Martínez; Carlos Marzal, Premio de la Crítica y Nacional de Poesía; el editor Chus Visor; la poetisa Aurora Luque, y el profesor de la Universidad de Oviedo y crítico literario José Luis García Martín. Por parte del Gobierno regional ha participado el director general de Cultura y Patrimonio, Martín López-Vega, que ha presidido el acto. (Fuente: ElComercio.es)


A su vez, recogía el premio de la anterior convocatoria el poeta valenciano Emilio Martín Vargas, que fue galardonado el año pasado por su poemario "Todo el mundo me mira".




LA PAZ ESTÁ EN LAS MATEMÁTICAS


Solo
lo que amo y deseo
hasta el punto del terror
me sobrevive, nada
es real hasta que sangra, en mi ordalía
no acepto más abrigo que la culpa
ni más paz que la espera
bajo este cielo enmilagrado:
                                            líbrame,
                                            señora de mis abismos,
de contemplar la vida como quien contempla,
para intentar comprender su naturaleza,
un animal disecado.



Emilio Martín Vargas "Todo el mundo me mira" (Visor libros, 2019)



Habitar islas

Santa María del Mar (Asturias)_Sandra Sánchez


ISLAS

El mar, la Poesía.
El poema, la botella.
El náufrago, el poeta.
(Y esa esperanza
- siempre viva -
de que nadie, nunca,
le rescate).





(De la antología "Vive la voz" (Poesía en Valdediós XVI, 2018)





Alejandra Pizarnik 25 de septiembre de 1972

Alejandra Pizarnik


«No quiero ir
nada más
que hasta el fondo»



Tal día como hoy de 1972 moría en Buenos Aires mi querida Alejandra Pizarnik. Se tomó 50 pastillas de Seconal y dejó escritos en una pizarra esos tres versos. Estaba de permiso, de fin de semana, de un ingreso por una fuerte depresión en un hospital psiquiátrico. Tenía 36 años.



Despedida

Mata su luz un fuego abandonado.
Sube su canto un pájaro enamorado.
Tantas criaturas ávidas en mi silencio
y esta pequeña lluvia que me acompaña.




Contrariedad

Torre campanario de Santa Mª de Bendones_Oviedo_Prerrománico Asturiano_SandraSánchez


Con cada día que pasa la propia apreciación de mi pequeñez se va haciendo mayor. Pequeñez en lo que soy. Pequeñez en lo que escribo. Sólo la lectura alivia ese sentimiento y es, a la vez también, la lectura la que lo alimenta.




Ahora que se nos fue el verano

Flor_SandraSánchez


LO QUE QUEDA

Marchita la belleza de las flores
sobrevive, lozano, el pensamiento.

Y ése,
es tuyo para siempre.



De "Una manzana en la nevera" (Piediciones, 2017)



Libro de los silencios. Francisco Silvera.

Libro de los silencios. Francisco Silvera.

NOTAS DE LECTURA

Al igual que hay personas a las que nos gusta escuchar porque nos transmiten tranquilidad, o paisajes que con sólo mirarlos nos devuelven a la calma, o música que nos relaja… igual que escuchar el correr del agua de un riachuelo nos invita a la meditación y al sosiego, así es la lectura de la excelente prosa de “Libro de los silencios” del onubense Francisco Silvera (Huelva, 1969) y Premio Andalucía de la Crítica 2019.

Un narrador omnisciente nos acerca al personaje principal del libro, Lorenzo - persona de pocas palabras pero pensamientos profundos en su sencillez-  que vive la etapa final de su vida consciente e intensamente a través de la observación cotidiana y sosegada de la vida en su pueblo. Alejado de la ciudad, de sus prisas y de la vida moderna - que no entiende- Lorenzo, experimenta  en el silencio el sonido de su propia existencia a través de los sonidos del campo y de las rutinas de alguien que lo ha vivido ya todo.
Este “Libro de los silencios” es un libro bello, un festín del lenguaje, del uso de la palabra exacta, del léxico de la naturaleza, del paso de las estaciones y de la observación tranquila y serena del presente. Un homenaje al campo y a la vida rural.
De capítulos muy cortos (apenas una hoja u hoja y media por cada uno) que son, casi, relatos que se sostienen por sí mismos (pero a la vez muy bien hilvanados articulando el conjunto de la obra) en cada uno de ellos se contiene una descripción, una anécdota, un instante… y conviene - o así lo hice yo- leer de forma lenta paleando el poso de cada capítulo.

Hacía tiempo que un libro no me parecía tan bello, que un personaje no me calaba tan hondo.  Todo un hallazgo.




“Y Lorenzo mira al cielo, en las nubes ve acumularse todo su pasado y su presente que fluye; en la altitud celeste del celaje septembrino ve a sus familia, a sus amigos y a toda su alegría. Después mira al chaval caminando esforzado, la cabeza pequeña y viva, la espalda grande como de mulo, renqueando en el trasiego de la vida que le queda por delante y que le ha de decepcionar”.




Saña. Margo Glantz

Saña. Margo Glantz

NOTAS DE LECTURA


Si los libros tuvieran dientes en lugar de hojas y pudieran morder, uno de ellos sería "Saña" de Margo Glantz (autora que no conocía hasta ahora). Cuando menos extraño, "Saña" es un libro inclasificable, raro, de esos que te dejan un inexplicable sabor de boca, y no recomendable para todos los públicos. Como nos cuenta en la contraportada, el tema de "Saña" es su título, una exploración en torno a ese sentimiento más allá del rencor, del odio, de la inquina...

El libro consta de pequeños artículos (prácticamente uno por página), apuntes o reflexiones que funcionan de forma autónoma aunque también sutilmente conectados al abordar -principalmente- historias sobre los pintores Bacon y Spencer, las andanzas de Rimbaud o el músico Scarlatti y temas tan crudos y crueles como el holocausto nazi, la intolerancia hacia lo monstruoso y lo incompleto en el Antiguo Testamento, la moda o los museos de Nueva York.

"Saña" tiene ese extraño poder sugestivo de atrapar la mirada morbosa del lector, como cuando vemos un accidente en la carretera y reducimos la velocidad al pasar al lado de la ambulancia.
Este libro es uno de esos que me ha encontrado a mí en una biblioteca.

Transcribo dos de sus artículos que me han llamado la atención:

CUENTO DE HADAS
Hubo una vez una ciudad polaca llamada Oswiecim, con su castillo, varias iglesias, el amplio mercado medieval y una sinagoga. Fundada en 1270 por los alemanes, vivieron allí hasta 1457. Varios siglos después la recuperaron y se convirtió en el centro simbólico de la Alemania Oriental, a partir de 1940.
Fue entonces, y a la vez, una ciudad modelo y un campo de concentración con sus barracas, sus cámaras de gas, su crematorio y amplios espacios para trabajos forzados. Hoy se la conoce solamente como Auschwitz-Birkenau, quizá tambien como Oswiecim, próspero pueblecito cercano al campo.

JERARQUIZAR
La suciedad podría definirse simplemente como algo que no está colocado en su lugar.



Un despacho con vistas

Esta mañana tuve que ir, por trabajo, a hacer una consulta en una Consejería. Me atendió un funcionario detrás de una mesa en un pequeño reducto, dentro de una sala compartida. El sitio, aunque pequeño, no estaba mal pero lo mejor que tenía eran las vistas. Pude observarlas durante un pequeño lapso de tiempo en el que el funcionario tuvo que salir fuera: desde allí se veía un intenso cielo azul, algunas nubes quietas -de esas blancas y esponjosas que nos gusta mirar porque siempre nos recuerdan a cosas o personas conocidas- y un sol, extremadamente amarillo, de rayos iridiscentes que brillaba con fuerza. Recuerdo también una palmera de hojas muy verdes y un mar de un azul eléctrico; y luego a la izquierda, un castillo marrón de torres muy altas con banderas de colores ondeando. Mucho más cerca, una familia cogida de la mano se acercaba sonriendo.
Al poco, llegó el funcionario y tuve que volver la vista hacia la mesa iluminada por la luz artificial. Sentí no poder seguir disfrutando de aquel paisaje tan colorista.
Al salir, me fijé en una foto: era de una niña de unos 7 años que se parecía bastante a la niña que había visto antes cogida de las manos de sus padres, en el dibujo. Era rubia, como el funcionario, y firmaba "Marta" con letra grande y redonda...
Luego salí a la calle y hacía sol. Pero no era lo mismo.



EdificioDeServiciosMúltiples_Oviedo_SandraSánchez


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