La realidad, mi realidad al
menos, es una oscuridad sin grietas, es
ese aire viciado de rencor que respiran nuestros cuerpos cuando están juntos. Mi
piel desprende el hedor del engaño cuando te siento a mi lado…se vuelve lija si
me rozas…si tus manos, en un descuido, se posan sobre mi vientre.
La oscuridad es tan densa que
no alcanzo a ver la esperanza del mañana, tan solo una polilla que rompe el
silencio asfixiante de la noche se lanza por instinto contra la luz, contra una
débil luz que acabará por matarla…y su cuerpo feo e insignificante me
recuerda lo que queda de lo que fuimos.
Me encojo en mi lado de la cama mientras alcantarillas rebosantes
de reproches se desbordan por el suelo y subo los pies de un salto, asqueada por
tocar esa mugre de acusaciones y culpas que se esconde
bajo la alfombra. Me acurruco así, cubierta con mantas de resignación
helada que no tapan la pena, que congelan los huesos y la voluntad, que no
quitan ese frío, viscoso como una anguila, que se adhiere a mi alma.
Mientras, tú, ajeno a mi nausea… duermes.