A ella le gustaba lo femenino, a él todo lo masculino; así que cuando se conocieron, ella se enamoró de la parte más femenina de él y a él le atrajo sin remedio todo lo masculino que había en la forma de ser de ella.
Al cabo de un tiempo de salir juntos y compartirlo todo decidieron combinar sus deseos en una conjunto inusual en el fondo y de lo más “normal” en la forma.
Formaron un matrimonio modélico a los ojos heteros y una extraña simbiosis a sus propios ojos.
El era ella y ella era él. Dos personas, una pareja, a veces dos...qué más da.
Cuando se van a la cama a ella le gusta que él lea en voz alta poemas de Neruda, y a él le encanta la manera en que ella, mientras tanto, le abraza de manera protectora.
Cuando nazca el niño, su “padre” le dará el pecho.
Decía Billy Wilder que “nadie es perfecto”, pero cada vez que suena "A quién le importa" de Alaska, no pueden evitar sonreir...