Las besa con suma conciencia
para no equivocarse, para no equivocar la textura de sus lenguas dentro de su
boca, para no confundir el sudor de sus cuerpos en la penumbra de la
habitación; queriendo hallar, a través de los sentidos, una pequeña luz artificial.
Las besa con ansia
transformada en inquina, en deseo de que ella pudiera contemplarlo y entender
que él no es suyo, que ya no le pertenece.
Más tarde, arrebujado en el
sofá, recordará aquellas escenas evitando, un día más, la oquedad de su roce.
Y, con un asco exacerbado, rechazará la babosa caricia lastimera de su pareja
soledad.
©SandraSánchez(Pulgacroft)