Oimiakón


Oimiakón Oymyakón
Oimiakón/Oymyakón



OIMIAKÓN
 Ven conmigo, me dijiste. Y lo dejé todo. Me llevaste a Oimiakón. 
Al cabo de un tiempo todo comenzó a enfriarse y mi corazón se quedó helado; pero descubrí que, con un poco más de tiempo, el frío deja de ser frío y se convierte en otra cosa menos gélida pero con esa misma pátina que tiene el hielo y en la que todo resbala. Indiferencia. Fue entonces cuando fui capaz de regresar a casa, al calor del verdadero hogar.



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