Verba volant, scripta manent.

"Divertimento" poético para el Día Mundial de la Poesía



Es la Poesía celestina
de verbos y pronombres,
alcahueta de mil letras,
juntadora de frases,
rimadora de versos.

Es retruécano unas veces
y otras veces no lo es.

La Poesía hace camino
al andar,
vive sin vivir en mí,
a veces calla y está como ausente...
y a mí me gusta.

La Poesía es esa oscura
golondrina que vuelve,
es la nariz de Cyrano,
el sueño de Calderón,
la Dorotea de Lope

¡la Poesía es verde
que te quiero verde!

Navega por ríos
que van a dar en la mar
que es el morir.

La Poesía es un arma
cargada de futuro con
cien cañones por banda.

¡Todas esas cosas es!

Pero si tú me lo preguntas,
sin duda alguna, siempre te diré
que Poesía… eres Tú.


SandraSánchez

#QuédateEnCasa y lee Poesía.

TAMBIÉN EL SILENCIO ES LUCHA

Foto: © Darren Moore



Miro por la ventana. La calle está prácticamente desierta, y no es que, de normal, haya demasiado bullicio pero sí coches subiendo y bajando y, sobre todo, en segunda fila. Siempre abarrotada. Hoy no, hoy están aparcados y no hay ni uno más ni uno menos. Las ventanas cerradas. Silencio. Siempre me ha gustado asomarme a la ventana un rato y observar. Hoy es especial. Hoy observo el bloque de enfrente, las casas, los edificios... los búnkeres en los que se han convertido, de repente, los hogares. Veo a un vecino que se asoma. Mira a derecha e izquierda, observa también la calle.. Hay un momento en que nuestras miradas se cruzan y hoy, casi puedo adivinar lo que está pensando. Cierra la ventana. Un mujer sola camina por la acera con un perro, se para al lado de la papelera, apaga la colilla en su borde y la tira dentro. Un simple gesto también es lucha (aunque hoy ésa, es otra guerra). Sigue. El perro va moviendo la cola ajeno a un mundo que estos días vive con inquietud.

He comido mientras veía con atención el comunicado de Pedro Sánchez. Estamos en Estado de Alarma, alarmados ya lo estábamos antes pero creo, que todavía no lo suficiente hasta hoy. Al coger una servilleta de papel me fijo en que es de ésas enormes de no sé cuántas capas. La he cortado a la mitad, no sé, la sicosis de la celulosa de estos días parece que cala hasta los huesos. Me he dado cuenta de que con la mitad he tenido suficiente, y entonces he pensado en la cantidad de cosas que desperdiciamos de continuo: papel,plástico, agua, comida... ruido…
LLevo toda la tarde en silencio. A diario suelo estarlo si estoy en casa, pero hoy parece que el silencio es más espeso y se extiende como la niebla. Y pienso en eso y en el contraste que debe ser ahora mismo un hospital en urgencias. Y pienso, también, en todo el personal sanitario que lucha metido de lleno en el estrés y en que sin embargo a mí, a nosotros, al resto de la población lo único que se nos pide es calma y que nos quedemos en casa. Seguramente somos muchos los que también lo estamos haciendo en silencio. Es curioso, quizás esta guerra la gane el silencio y la calma, la quietud, la inacción. El distanciamiento. Sí, pero sólo físico, porque yo hoy, no sé por qué, y aunque no se lo diga de palabra, me encuentro más cerca que nunca de muchas personas.





#QuédateEnCasa    #YoMeQuedoEnCasa



Mesa redonda sobre Revistas de joven Literatura





De izquierda a derecha: Javier Almuzara, Isabel Marina, Francisco José Borge,
 Ángel Alonso, Cristian David López y Pablo Nuñez. 



Tuve la gran suerte de que se me hubiera invitado a leer un poema
 en el recital de Poesía que hubo después de la mesa redonda.




Rasgar algo de vida. Diarios (2014-2016). Jesús Artacho

Rasgar algo de vida. Jesús Artacho


A Jesús Artacho, lector voraz, le sigo la pista ya hace unos años en su blog El Cuaderno Rojo. Allí comenta lecturas, películas, comparte poemas, y demás miscelánea. Es autor,  hasta ahora, de tres libros: “El rayo que nos parta” (2013) un libro de relatos breves, “Aproximación a la herida” (Baile del sol, 2016) libro de poemas, y “Rasgar algo de vida. Diarios (2014-2016)” que vio la luz en junio del año pasado. Y es precisamente este último sobre el que quiero comentar.

 “Rasgar algo de vida”, casi como su propio título indica es un libro que a base de “arañazos” (por seguir con el símil de la rasgadura, esto es, de entradas de cortas a cortísimas como suelen ser en este género), recrea (y cito textualmente la contraportada pues creo que resume perfectamente la esencia del libro) “un segmento de vida en sus múltiples manifestaciones, a través de un conglomerado de naturaleza híbrida que abarcan el aforismo, la prosa poética, la anécdota, el relato autobiográfico… Literatura en torno al yo [...]. Textos jalonados por referencias literarias y culturales, incursiones en el humor e inexcusable interés en el lenguaje.” Y es que, efectivamente, lo que primero se advierte en el libro es ese interés diría que, en ocasiones, un tanto exacerbado por el lenguaje que me hizo, varias veces, consultar el diccionario lo que, lejos de molestarme, me agradó y me motivó. Pero no sólo se nota dicho interés por el léxico sino también por el estilo, un estilo culto y cuidado hasta el detalle. Este “Rasgar algo de vida” de Jesús Artacho desprende verdad y observación, una mirada sincera que no sólo se fija en la vida que pasa por fuera, sino que también escudriña el centro de su persona dejando ver en varias entradas del libro una desnudez autocrítica con la que cuestiona, quizás a veces con demasiada severidad, no sólo su yo literario sino también su yo como persona humana: “Mis manos. Pequeñas, ridículas, delatoras, revelan que contravengo el mandato divino, al no ganarme el pan con sudor, con esfuerzo físico. Así tomadas, por sí solas, casi requieren una explicación vergonzosa. Inútiles, incapaces para lo práctico, pueden llegar a atufar a desidia de mal vástago. Y es que, a diferencia de las de mis ascendentes, no se muestran curtidas por el trabajo. Subrayan que, hasta la fecha, sigo otro camino. A veces puede uno llegar a mirarlas con una punzada de culpabilidad”.

En “Rasgar algo de vida” nos encontramos retazos de la vida en Cuevas Bajas (municipio del interior de la provincia de Málaga, rayando casi con Córdoba, de unos 1.400 habitantes), de lo que pasa en el pueblo, y de la vida de algunos de sus habitantes que J. A. encuentra peculiares.Interesantísimas las anécdotas que relata sobre algunos de sus vecinos así como las suyas propias en su relación con padres y hermana. Su día a día en su trabajo como bibliotecario también le ofrece a J.A. material para la reflexión y argumento para unas cuantas entradas.
 Y en ese transcurrir lento, propio de las zonas rurales, va aconteciendo la vida del autor que, con la habilidad de un buen escritor, hace que todo eso que nos refiere nos llegue a interesar hasta el punto de engancharnos.

Aunque el libro está salpicado por  referencias literarias y culturales, he echado de menos, eso sí, alguna referencia más a las lecturas del autor (las hay pero me hubiera gustado que hubiera más aún), algún comentario de lo que había ido leyendo o más cosas que le hubieran llamado la atención en el momento de la escritura de este dietario. Es cierto también que el humor está presente; un sentido del humor inteligente y mordaz con el que el Jesús Artacho examina y se examina en el mundo. Por poner un ejemplo no muy extenso: “Existe gente, y no poca, a la que la Sorbona no le suena a universidad parisina, más bien a nombre chusco de actriz porno o mote de prostituta. Conviene recordarlo de cuando en cuando”.

Me ha gustado muchísimo este libro y  creo que no defraudará al lector de dietarios o diarios, o simplemente a quien busque una lectura diferente y entretenida sin dejar de lado la calidad.

Dice el propio Jesús Artacho en la contraportada que será “con probabilidad la primera entrega de una serie en construcción”; y yo espero, de verdad, que así sea.




De nacimientos y sobornos

Nacimiento de las flores de mis princesas
El nacimiento de las flores de mis princesas

La vida es un continuo comienzo.




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El nacimiento de un poema
El nacimiento de un poema

A veces mis musas se dejan sobornar con un café.




Dos haikus y un tanka de Año Nuevo

Concierto de Año Nuevo, 1 de Enero de 2020, de RTVE




Uno de enero;
no sabe el Universo
lo que celebro.

*

Uno de enero;
intactos mis propósitos
del Año Viejo.

*

Uno de enero;
un calendario nuevo
en la pared,
pero tras la ventana
el mismo sol luciendo.




Última reflexión del 19

Mi ficus ginseng_Sandra Sánchez
Mi ficus ginseng


Hace unos años estuve a punto de tirar este ficus ginseng que tenía en mi casa. Lo cuidaba como al resto de plantas pero se fue secando y fue perdiendo las hojas hasta que sólo quedó el tronco y unas pocas ramas completamente desnudas y resecas que daban más pena que otra cosa. Al cogerlo, para llevarlo a la basura, vi que, de una de aquellas ramas, asomaba lo que me parecía un diminuto brote verde. Pensé que serían sólo mis deseos de que no hubiera muerto pero lo observé más de cerca y, efectivamente, había una pequeñísima puntita verde. Estuvo así unos días pero no prosperaba. Decidí cambiarlo de lugar, de condiciones, lo cambié hasta de casa (lo llevé a la de mi padre que tiene más luz y temperatura más alta y constante)... poco a poco se fue recuperando y ahora luce hermoso y fuerte.
No sé si es un poco triste, o solamente curioso, o simplemente así; que, aunque un poco drástico, a veces, hay que alejarse de lo que se quiere para poder salvarlo.



UN TIPO CALVO Y CON GAFAS



Me dijo que era "un tipo calvo y con gafas" y que estaría en la única cafetería que había arriba de un centro comercial muy conocido de aquí de Oviedo. Me había enviado ayer un mensaje a un portal de estos de venta de segunda mano diciéndome que me compraba los dos tomos que yo vendía de un autor de género diarístico (yo me había comprado hace poco una edición ampliada y decidí vender estos), total: 16 euros. Le vi de espaldas, tendría unos sesenta y pico; nada más presentarnos me tendió inmediatamente el dinero sin abrir siquiera el paquete con los libros y me ofreció sentarme con él invitándome a que me tomara un café, pero yo rechacé amablemente la invitación. Encima de la mesa tenía un café, un vaso de agua y otro libro. Aunque lo intenté, no pude ver cuál era. Cruzamos unas frases sobre los tomos que le llevaba y sobre literatura en general y le dije que ese dinero era para otros libros, así como en un bucle, que "los que teníamos ese vicio…", "virtud, virtud" me corrigió rápido. Me dio la mano, me dijo que me quedara con su teléfono (me lo había dejado ayer en el mensaje y su nombre) por si encontraba el tercer tomo que le faltaba... Rebosaba educación y cultura, y unos modales exquisitos que se reflejaban hasta en el nudo de su corbata.
En cuanto me fui, me arrepentí de haber rechazado ese café, supongo que porque no hay cosa que más me atraiga de una persona, precisamente, que eso, la educación, la cultura y esos modales exquisitos,  que siempre suelen ser antesala de una conversación interesante.



La librería

Librería en Salas_Sandra Sánchez


“Qué, ¿qué tal está el día?”, dijo desde detrás del mostrador. No me extrañó la pregunta pues la librería, aunque espaciosa, seguía siendo más bien un cubículo sin vistas a base de tanta fotocopiadora, tantos libros y tanto material escolar esparcido por doquier. Cruzamos unas trivialidades sobre el tiempo que, precisamente, por estar como estaba la mañana, esto es: de perros, invitaba la cosa a desahogarse.
Entré allí por nostalgia. Era la librería a la que solíamos ir en los años de la Facultad; con las fotocopiadoras siempre echando -casi literalmente- humo, igual que las rotativas de un periódico, como los pistones de un tren a vapor… Todas las fotocopias de temarios, programas y libros las solíamos hacer allí. Por entonces aún pagábamos en pesetas. Día tras día ahí estaba él al pie del cañón, fotocopiando, engusanillando,,, metido en aquella cueva desde la que no se sabía- apenas- si era de día o de noche, si hacía sol o si, por el contrario como ayer, no acababa de escampar…
Ya digo, más de veinte años... Y entonces, sin más, al pasar por delante de la puerta, entré. No quería nada en concreto, simplemente entré. Estaba atendiendo a una chica, lo que me permitió, mientras tanto, echar un vistazo al sitio. Diría que seguía como siempre, si no fuera porque las fotocopiadoras estaban apagadas y porque él tenía unos kilos de más y todos esos años acumulados debajo de los ojos. Le compré, por justificar la entrada, un calendario de los tradicionales y, tras contestarle a la pregunta del tiempo, salí de allí.
Entré sólo por nostalgia, pero me fui con más nostalgia aún. Si no me hubiera dicho nada… pero ¡ay!, tuvo que hablar, entablar conversación, y entonces fue cuando ese “qué, ¿qué tal está el día?” me pareció aquel famoso y conmovedor “Decíamos ayer”... y de pronto, volví a sentir otra vez en mis brazos el peso de un manual de Derecho Romano.




Maldito karma




Sufriendo lo indecible por amor me descerrajé un tiro. No fue en la sien, ni fue tampoco en la boca. Apreté el gatillo con el pulgar, temiendo que la falta de tino y mi torpeza habitual desviaran la bala. Pero tuve suerte, se alojó rauda, entre aurícula y ventrículo paralizando ipso facto el engranaje. Dejé de sufrir, de amar, de existir… o eso pensaba yo hasta que, entre sorprendido y atemorizado, me descubrí unas hermosas alas de mariposa revoloteando por tu estómago.





Los siglos cambian, la condición humana permanece

Ambrose Bierce


«Dos políticos intercambiaban ideas acerca de la recompensa por servicios públicos. "La recompensa que más deseo - dijo el primer político - es la gratitud de mis conciudadanos." "Eso sería indudablemente muy satisfactorio - dijo el segundo político-, pero, ¡ ay !, para obtenerla tiene uno que retirarse de la política." Por un instante se miraron con inexpresiva ternura; luego el primer político murmuró: " ¡ sea la voluntad de Dios ! Ya que no podemos esperar esa recompensa, conformémonos con lo que tenemos". Y, levantando sus manos derechas del tesoro público, juraron conformarse».


("Fábulas fantásticas" de Ambrose Bierce, 1842-1914)




De escobas y granos



Hay pensamientos que, de tan obvios, parecen hasta tontos; pero el caso es que a nada que los reflexionemos nos daremos cuenta de cuán difícil es que, realmente, los llevemos a la práctica.
Conozco desde hace ya muchos años aquello de "grano no hace granero, pero ayuda al compañero"... pero nada, que nos empeñamos en ser mucho más grano que granero, o en no creérnoslo, o en no actuar de modo que pudiéramos llegar a serlo. Es más, muchas veces damos, incluso, en el empeño de transmutar(nos), los unos para con los otros, en esa otra clase de grano molesto que sale en salva sea la parte y que tanto perturba a quien lo sufre. La calle estaría limpia – dice Thomas Adams-  si todos barriéramos el pequeño trozo que tenemos justo delante de nuestra casa. Parece que él sí que entendió aquello del granero.




Hoy

María Alcantarilla
© María Alcantarilla


"Nunca la vida ha sido tan actual como hoy: por un tris no es el futuro."  

-Lispector-




(La combinación de cita y foto me la cedió muy amablemente la poeta María Alcantarilla de su facebook).



Presentación del número 18 de la Revista Anáfora

Yo leyendo el poema


Quién me iba a decir a mí que después de tantos años de haber entrado en estas aulas como alumna iba a hacerlo, además, para leer uno de mis poemas... ¡Cosas veredes!


Cartel de la presentación del nº 18 de la revista Anáfora




(El lugar es una de las aulas del Edificio Histórico de la Universidad de Oviedo y el motivo, la presentación del número 18 de la Revista Anáfora de Poesía)

Pd. Como puede comprobarse no estoy a la altura... al menos, de los micrófonos :)




Olvidarse de mirar

Coches en Madrid_Sandra Sánchez


Leo en un artículo escrito por Carmen Martín Gaite, en septiembre de 1961, su preocupación por la continua e incesante pérdida en la gente de la buena costumbre de contemplar debido a la prisa con la que empieza a trasladarse de un lugar a otro, a consecuencia del aumento del uso del coche. Y dice así: "La vehemencia de tener coche, de guiarlo, de trasladarse de un lugar a otro a la mayor velocidad posible, acaba por sustituir el deseo primero y más auténtico de conocer y contemplar. La gente, al irse olvidando de andar y al aceptar como artículo de fe la necesidad del coche para cualquier desplazamiento, va olvidándose también de mirar y cada vez se interesa menos por lo que se conoce y se abarca a paso de peatón, es decir, de persona."
No deja de sorprenderme -quizás por referirse al año 61, el cual sin parecerme tan lejano en el tiempo sí que me lo parece en lo que dice- esa reticencia al uso del coche, esa inútil (aunque esto lo sabría mucho después, claro) resistencia a tenerlo... Pero me conmueve, a la vez, esa nostalgia por la buena costumbre de la contemplación al caminar. No dejo de pensar qué opinión tendría ahora, C.M.G. del uso, no ya del coche, sino de los teléfonos móviles que tanto nos "corrompen" en ese "contemplar". Si ya de aquélla, se sorprendía de la "vehemencia de tener coche" ¿qué palabras utilizaría ahora para describir ese afán por renovar lo que todavía funciona para adquirir algo, cuyas novedades con respecto a lo que ya teníamos son, más bien, escasas?.
Y dice también esto en el último párrafo del artículo: "La esperanza, si hay alguna, está todavía en la mirada de las pocas gentes que, en vez de desesperarse echando de menos inciertos y lejanos paraísos, se sientan en un banco de su ciudad, cuando les dejan hacerlo, y se ponen a meditar con pausa y atención acerca de lo que tienen delante de los ojos y de lo que está un poco más allá de ellos."  A mí me parece precioso. Me lo parece por esa cierta ingenuidad que desprende leído ahora (no) tantos años después. Y no puedo evitar, a la vez, sentirme un poco culpable por no ser- todas las veces que quisiera- una de esas personas que se sientan en un banco a meditar; por usar, excesivamente, el teléfono móvil y olvidarme, a menudo, de mirar con mis propios ojos y no a través de su objetivo; y por ser mucho menos peatón de lo que podría y debería. 
Lo que, al menos, no soy - y esto lo siento como un alivio para mí- es una de esas personas que "echan de menos inciertos y lejanos paraísos". Algo es algo.




Arte natural


Esta mañana, en ese lapso impreciso de tiempo entre la noche aún y el amanecer, pude disfrutar de un auténtico espectáculo cromático en el cielo. Franjas de holgada anchura y color rosado intenso se alternaban con otras azules de igual vuelo e intensidad, pero además se hallaban todas ellas en una horizontalidad tan exacta con respecto a los edificios que parecía que el plano perpendicular hubiera sido creado ex profeso, y solamente, para dar perfección al momento.
Qué estampa tan bella y tan compenetrada. Fueron escasos los segundos que pude contemplarla, apenas lo que tardé en bajar la calle que, precisamente por empinada, ofrecía esa particular perspectiva. Hubiera merecido el cuadro algún tiempo más de asombro, de admiración y dedicación y  no sólo por la armonía de sus líneas, no sólo por lo bello de sus colores no sólo, ni tan siquiera, por la vastedad de sus dimensiones sino además, y esencialmente, por lo efímero de su permanencia.




El nacimiento de una revista de Poesía



Cuando la poeta y periodista avilesina, Isabel Marina, me contó su proyecto de editar una revista de Poesía, me pareció un gran idea. Ilusionante, sin duda, por lo que tenía de labor divulgativa y emocionante, cómo no, por poder ser ella la artífice de algo tan bonito. La veía feliz contándomelo, y cuando alguien te hace partícipe de una alegría, la alegría se multiplica. Me dijo también que le gustaría que yo formara parte del consejo de redacción, cosa que me halagó por un lado y me turbó por otro pues, como le dije en ese mismo momento, no creía (ni creo) tener los méritos ni tampoco la categoría suficiente como poeta para una "distinción" así o que, por lo menos yo, entiendo así (acompañaré en ese consejo a poetas de la talla de Ángeles Carbajal, José Luis García Martín, Juan Ignacio González y Ricardo Labra). Sea como fuere, el caso es que Isabel insistió en ello, no pudiendo yo por menos que ponerme, en ese momento, a su disposición para cuanto estuviera en mi mano. Y, hete ahí, que no sabía que muy pronto iba a poder aportar mi granito de arena a la revista, cosa que me hizo y me hace feliz:
me acuerdo que en esos momentos era todavía "la revista", no tenía aún título y esto era algo a lo que Isabel le daba vueltas pues su intención era que, el título englobara el espíritu trascendente de la Poesía así como también su belleza. Un título que no sólo nombrara sino que simbolizara. Me acuerdo que le empecé a dar vueltas al tema y, recuerdo, que estando en casa pensando sobre ello se me vino a la cabeza el título del famoso poema de Cavafis que siempre me ha emocionado, precisamente, por eso, por lo que simboliza: "Ítaca" . Así que, emocionada y expectante se lo propuse a Isabel. Le encantó. Dijo que le gustaba muchísimo y que seguramente fuera ése el título definitivo, lo que me dio mucha alegría, principalmente por poder aportar algo importante a su proyecto - la verdad que, el título, a mí también me encantaba- y también porque siempre he creído que, cuando una idea tiene nombre esa idea se transforma, por fin,  en algo real y tangible.

Había proyecto, había nombre, había intención y sobre todo ilusión y ganas. Sólo quedaba ponerse a trabajar en ello.
Por mi parte, me comprometí a escribirle una reseña, en este caso del poemario "La vida menguante" del poeta Pedro Luis Menéndez, así como otros poetas y colaboradores que también escribieron la suya.
Me consta que el trabajo de Isabel, como editora- y también como redactora y colaboradora- ha sido arduo y laborioso pero también me consta su tesón y su empeño y, sobre todo, su pasión y su amor por la Poesía.
No he visto aún, en el momento de escribir estas líneas, el resultado en papel, aunque sí una prueba en PDF. Me ha gustado mucho. Sé que va a ser una gran revista y sé que los versos de tantos, y tan grandes poetas, van a encontrarse muy a gusto habitando sus páginas.

Así pues, ¡ larga vida a Ítaca!



NOTA: la presentación será en Avilés, el próximo martes 26 de noviembre, en el sitio y hora indicados en el cartel. La Poesía os espera,  ¡no faltéis !



La flor de mi orquídea

La flor que se resiste de mi orquídea


Esta mañana, me he encontrado a la flor de orquídea a la que ya le tocaba irse, desprendida de la vara y recostada en el hueco que forman las hojas verdes de la planta, como si éstas fueran una cuna, como si en sus últimos momentos, la flor, se hubiera agarrado a los brazos de su madre, como si se hiciera la dormida, como si no quisiera irse, o no quisiera irse del todo todavía.




Las aventuras de Martín. José Luis García Martín

José Luis García Martín  (Editorial Impronta, 2019)


NOTAS DE LECTURA.

Antoine De Saint-Exupéry dedica “El Principito” a su mejor amigo, León Werth  cuando era niño, porque como dice “todos los adultos han sido niños antes”.  He tenido la sensación de que algo así se propone el autor en este singular libro. No en vano, lo titula “Las aventuras de Martín” y lo subtitula “Contadas por él mismo y transcritas con total fidelidad por José Luis García Martín” y así, dando voz a su ahijado Martín -un niño de casi tres años- (bien se ocupa el personaje de dejarlo claro en distintas ocasiones “dentro de dos meses cumpliré tres años y dejaré la guardería”), superhéroe protagonista del libro, hace que durante la lectura volvamos a ser ese niño pícaro- en su primera acepción- que aún llevamos dentro.

Martín, le cuenta a su padrino mil y una aventuras que le ocurren día a día sin que  sus padres se den cuenta (que para eso es un superhéroe) paliando así el atroz aburrimiento que, parece ser porque así insiste en ello en cada capítulo, sufre a diario el autor.

Me he divertido mucho con “Las aventuras de Martin”, sobre todo a medida que iba transcurriendo el libro. Me da la sensación de que J.L.G.M.  le fue cogiendo el gusto a ir escribiéndolas (perdón, transcribiéndolas ) (las dos o tres primeras son más sencillas que el resto que van ganando en complejidad argumental y dialogística) y también a ponerse en la mente de un niño sin dejar de ser adulto (parece difícil ¿no?, yo creo que lo es mucho) y a ser, a la vez, su ahijado Martín sin dejar de ser él mismo, con ese particular sentido del humor inteligente y mordaz que le caracteriza.

 “— Te nombro ministro de cultura.
—¿Ministro de Cultura? ¿Qué te crees que soy? ¿un jarrón chino?”

Pasan por este libro desde tortugas voladoras, piratas, un gato paraguayo que le embarca a recuperar una esmeralda del emperador Atahualpa, el mismísimo monstruo del lago Ness ¡hasta un Tiranosaurio Rex que quiere destruir el mundo! pero lo más increíble -que no imposible porque para eso estamos leyendo un libro de aventuras de un superhéroe (aunque el superhéroe tenga apenas 3 años)-  es que, junto a estos fantásticos personajes se codean otros, tan actuales y dispares, como la reina de Inglaterra -que pone en jaque al mismísimo Sherlock Homes- o Donald Trump, etc, así como algún que otro poeta de distintas épocas y lugares.

Me ha sacado una sonrisa muchas veces por la perspicacia de sus diálogos, por su ironía y por esa capacidad extraordinaria para mezclar el imaginario común, de héroes y personajes, con la particular imaginación del autor.

Aunque he escuchado a J.L.G.M. que para este libro no ha querido, expresamente, ilustraciones, creo que, (y aquí dejo la propuesta al autor por ser un formato distinto), “Las aventuras de Martín” funcionaría perfectamente como un cómic. Se me viene a la mente Tintín o nuestro querido Pinín -asturiano de pro- (no en vano los títulos difieren en apenas 3 letras, Tintín, Pinín, Martín… ¿casualidad?) por la agilidad de sus diálogos, y escenarios tan diversos y cambiantes que, seguro, harían las delicias de un buen dibujante. Aprovecho para destacar ahora la ilustración de la cubierta del libro: el pequeño (sólo en edad y en estatura) Martín corriendo por una especie de laberinto; en una esquina, un gato (¿será Zasca, el personaje que sale en el libro? ¿será el de la caja de Schrödinger (en referencia a los superpoderes de Martín?), un globo (no se me ocurre medio de transporte más acorde a una aventura clásica), una luna (la noche y esas horas de sueño en las que los papás no saben que sus hijos se convierten en superhéroes) y un árbol que bien podría ser asimismo una pluma de escritor “a la antigua”. Me gusta mucho por la sencillez y, a la vez, complejidad. Característica ésta también del libro.

¿Es, entonces, “Las aventuras de Martín” un libro para niños? ¿es un libro para adultos? ¿para el niño que fueron esos adultos? ¿para el que niño que siguen siendo?... Como no me gusta meterme en jardines de los que seguramente no sé salir, eludo la respuesta y cambio la pregunta por: “¿Es un pájaro? ¿es un avión?... ¡es Martín!” mientras espero a la próxima entrega de sus aventuras que, deseo siga habiendo pues, como podemos constatar todos los días en los telediarios, el mundo anda muy escaso de superhéroes y, aunque parezca que no, habelos hailos.





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