Hay momentos en los que una canción, o una imagen me transportan a lugares ya visitados o a momentos ya vividos y no es que los recuerde con nostalgia sino que esa canción o esa imagen invocan al fantasma de Soledad…y ella acude fiel a la llamada.
A veces Soledad viene solo para un momento pero otras veces se queda conmigo sin permiso…
Cuando me visita Soledad la dejo pasar, me tomo un café con ella, la invito a un cigarro (intento matarla lentamente) pero ella no fuma, quiera mantenerse sana y fuerte para seguir a mi lado mucho tiempo así que la que me fumo el cigarro soy yo mientras la miro a los ojos tratando de acertar con sus intenciones. Es amiga callada, no habla mucho, expresa mucho más a base de dejarme incómodos silencios que yo intento llenar con canciones que luego resultan sus aliadas y me joden más.
Es Soledad compañía extraña…a veces me seduce dulcemente y caigo en sus brazos amándola tiernamente, otras veces me echa en cara los reproches más absurdos del pasado y me hiere. Se queda ahí mirándome, observándome y me temo que incluso riéndose de mi. Tengo con Soledad un sentimiento de amor odio casi a partes iguales; la mayoría de las veces me enamora con sus carantoñas, me acaricia y me besa como nadie pero en ocasiones me hace daño como la amante fría y cruel que sólo quiere pasar el rato conmigo.
Soledad viene y se va, ella es así de caprichosa.
Soledad no tiene remordimientos.
Es egoísta y vanidosa, se cree más importante que yo y a veces consigue sacarme el complejo de inferioridad, consigue postrarme y doblegarme, y yo cayendo en ese masoquismo íntimo que tengo, me dejo llevar…y la amo.
Todavía no sé si Soledad es mi amiga íntima o mi enemiga más acérrima pero el caso es que cuando viene y se instala…tenemos una convivencia perfecta.
Un día de estos tengo que echarla de casa pero el caso es que todavía no he sido capaz de ponerle las maletas en la puerta…