Verba volant, scripta manent.

El rastro



Fue la dama más triste de París.
Vitoreada en muchas ocasiones, fue temida por algunos y respetada por todos. Alcanzó el éxito y conoció la fama, pero también la soledad.
No fue feliz. Durante toda su vida no hizo más que preguntarse por qué estaba tan sola si tantos hombres habían perdido la cabeza por ella y, también, alguna mujer. Siempre se preguntó por qué nadie se había quedado a su lado…
Y es que, todos ellos, tan sólo le dejaban un tenue y sutil rastro rojo que Madame Guillotine nunca supo cómo seguir.



¿Otro café?


“¿Otro café?”

Ella no contestó; apagada y muda me dejó indeciso sin saber muy bien qué hacer.
Solo ante el abismo de la duda, vacilé unos momentos y al final tuve que echarle el resto. Decidí que sí…un día más.
Cada mañana ella siguió en sus trece, inexpresiva y reservada.

“Estoy un poco harto de tus conversaciones en silencio”- le reproché - 
Entonces, triste y parsimonioso, le puse el agua, le puse el café y le di al botón.

Después de pensárselo 4 minutos, sin moverse del lugar en el que se encontraba, me dio un pitido humeante de aprobación.



That is the question



"Ser o no ser...
el tormento de la duda invade mi persona, no me deja respirar...me oprime, y después de devanarme los sesos intentando sacar un juicio lo más racional posible y que se adapte a mis convicciones , a mis principios, a mi forma de pensar y de entender, dejo la calavera en el suelo, le doy una patada como si fuera un balón...y me río, porque en su choque contra la pared se parte en dos, igual que mi alma dividida por la duda...Sigo con la misma opresión en mis pulmones, pero ello no me impide coger una cerveza y con una sonrisa fugitiva pienso:
“to beer or not to beer”...y me la bebo de un trago."



El equipaje

Eduardo Úrculo"Siempre llevaba el mismo equipaje: en la maleta azul, los trajes más formales, las chaquetas minuciosamente dobladas, los pantalones marcados por una raya impecable, las camisas almidonadas y abotonadas…era un trabajo laborioso el de conservar la ropa perfectamente limpia y preparada para continuos viajes.
Las estaciones de tren se habían convertido en su segundo hogar, ¿segundo?...no, en su primer hogar, a donde iba no era su verdadero hogar y en todo caso pasaba más horas sentado en el andén que en su propio sofá…
Se había leído novelas y periódicos en el vagón, había conversado y conocido gente de los lugares más insospechados del país, pero ninguna conversación perduraba más de las horas de trayecto, ningún rostro volvía a repetirse y ninguna voz volvía a ser escuchada por sus oídos ávidos de experimentar la dulce sensación de encontrar los perfectos compañeros de viaje…
En la maleta roja los efectos personales se ordenaban de una forma casi obsesiva de tal manera que en cualquier momento pudiera acceder a ellos sin ni siquiera llegar a mirar. El abrigo color beig con los cuellos levantados era su mejor compañero de invierno y su sombrero su mejor aliado para esconder su rostro de las miradas ajenas… del frío.
Así era, a veces conversador y parlanchín, a veces retraído, introvertido y hasta tímido, siempre elegante, discreto y educado.Aquella tarde lluviosa y gris del mes de Noviembre después de años de recorrer el país, de no echar verdaderas raíces en ninguno de los lugares a donde iba, al bajar el escalón del tren y posar sus pies en la estación de sus ciudad , así, de repente, decidió que por fin era hora de quedarse quieto, de no moverse más, de disfrutar de su casa, del café de la mañana con sus amigos, del cine de su barrio, de la lectura relajada en su salón pero sobretodo… de disfrutar de sí mismo. Decidió que era hora de poner en práctica todo lo aprendido durante sus años viajeros y que el tiempo que le quedaba no lo iba a desperdiciar en un vagón de tren…así que puso sus maletas arrimadas a la pared, justo debajo del reloj del andén que marcaba las 7 y 10; la azul en primer lugar, a su derecha la roja y encima con cuidado de que no arrastrara por el suelo su abrigo doblado y su sombrero, él ya no los necesitaría más y... “tal vez haya alguien que esta noche decida…coger un tren” -pensó- y con paso firme y decidido abandonó la estación."



Sombra


Sombra estaba harta de ser sólo sombra. Estaba cansada de estar siempre por los suelos o estampada contra una pared…estaba harta de que la manipularan, de que los niños jugaran con ella a su antojo y de que los mayores le pasaran indiferentes por encima. Su vida había sido vacía desde el comienzo, dependiente, esperpéntica en la forma, una vida sin fondo…estaba ya agotada de existir en tonos grises, quería color, quería divertirse, ansiaba alegría, ya no podía más con su existencia esclava de alguien o algo que no era ella misma, se hartó de conformarse, se llenó de rebeldía. Ya no soportaba que cada cual viera en ella aquello que quería ver…deseaba disfrutar de una personalidad propia. 

-Si pudiera ser YO- …pensaba.
Sombra estaba harta de ser sólo eso, sombra…Y de repente un día, alentada por Esperanza, su amiga más optimista y arriesgada, decidió que podía cambiarlo todo, que nada era imposible, que las leyes de la física ya no la dominarían más…y tomando todo el impulso que su fuerza de voluntad le dio, saltó al lado contrario de sí misma...y dejó de existir. Así sin más, perdiendo todo lo que había arriesgado. 
Esperanza por su parte, mostrando el lado más cruel de su persona, la olvidó, porque a Esperanza siempre le sobran amigos y... alguna vez, le falta compasión. 


La mirada

Siempre había pensado que lo del sexo sin amor no iba conmigo, que yo no era de esas personas que sale un sábado buscando el polvo fácil, que cuando me acostaba con alguien no sólo le entregaba mi cuerpo, que mi alma siempre entraba en el lote...Pero ahora, después de tanto tiempo entregando mi alma, después de partirla en pedacitos para que nadie se quedara sin su parte, empecé a pensar que, quizás era el momento de no implicarme tanto en cada relación, que me vendría bien darle un descanso a mi corazón mientras el resto de mi cuerpo se divertía...y así fue como te encontré aquel miércoles por la noche (ni siquiera era el día más propicio para ello).
Me llevaste a tu casa, fue una noche intensa...follamos (vamos a llamar a las cosas por su nombre). El deseo sacudía nuestros cuerpos como descargas eléctricas. Me esposaste a tu cama sin compasión y nuestro sudor, saliva y demás fluidos se intercambiaron con la naturalidad con la que la sal y el agua se mezclan en el mar...Tú querías llamarme por mi nombre y como respuesta sólo te di una excusa para no hacerlo... únicamente te pedí una cosa: que no me miraras a los ojos...Accediste sin problemas.
Tus labios expertos recorrieron con pericia los lugares más recónditos de mi cuerpo que ya no era uno, ahora formaba parte de un conjunto de brazos, de piernas, de pechos, de sexos...y tu cuerpo era sólo una mitad del mío...Tus manos moldearon mi cuerpo a su antojo, mi boca suplicó la tuya varias veces y otras tantas, tu lengua dejó a la mía que entrara sin llamar...Comprendí que el sexo sin amor era posible y que al fin y al cabo el deseo abre puertas que los sentimientos cierran...
Entonces, cuando ya no quedaba en nosotros ni una sola gota de sudor que no hubiera sido satisfecha, incumpliste tu promesa: me miraste a los ojos, penetraste en ellos profundamente, te asomaste a su abismo sin permiso...y te llevaste mi libertad.
Me quitaste las esposas y me dejaste ir...pero ya era tarde, demasiado tarde para hacerte comprender que me habías hecho rehén de tu mirada...de por vida. 



¿Somos lo que comemos?


Imagen:  "Suicidals" de David HO
Aquel día cualquiera, empecé con mi dieta vegetal: fui eliminando la carne, la pasta , eliminé el arroz, los cereales, eliminé el aceite, el pan y hasta la leche…creía que me supondría un esfuerzo inhumano, pero resultó que no, que mi cuerpo se adaptó perfectamente a sus nuevos nutrientes,: nitrógeno, pentóxido de fósforo, boro, cobre,manganeso,zinc, hierro y molibdeno… abandoné por completo aquellas deliciosas hamburguesas y dejé de merendar los dulces que tanto me alegraban el día…las pizzas dejaron de ser mi cena de los viernes y los entrecots mi manjar de los domingos…abandoné aquella “dieta mediterránea” que sin ningún esfuerzo había hecho a mi medida y poco a poco me acostumbré a “sacarle el jugo” a la tierra que me rodeaba…"somos lo que comemos”, decían en los programas matinales de salud que algunas veces veía con cierto escepticismo…un día me desperté y pude ver que de mis dedos crecían pequeñas ramitas, mi pelo ensortijado tenía hojas y mi piel ya no era suave, mis codos eran verdaderos nudos y el tatoo del corazón atravesado por una flecha que me había hecho en el espalda parecía ahora estar grabado con un cuchillo…llovía intensamente…y entonces sentí por primera vez en mi vida que sabía exactamente lo que necesitaba y a dónde quería ir…Casi sin ser consciente de lo que hacía me puse mi vaquero y mi sudadera, me subí la capucha y caminé no sin antes tomarme mi ración de agua “enriquecida”.Cuando llegué al parque elegí el sitio, sin prisa, como si tuviera cientos de años por delante…y cuando por fin me acomodé me quité como pude los tenis, mis dedos se expandieron, penetraron en la tierra, despacio pero con decisión, haciéndola suya…me quité la ropa y todo mi ser sintió la libertad que tanto tiempo había añorado…cerré los ojos y sentí cómo la lluvia me alimentaba, me limpiaba, me descontaminaba, me renovaba, me hacía sentir yo mismo…En unos días una familia de gorrioncillos anidó entre las ramas de mi cabeza, ahora, por fin, comprendía el significado de aquella frase que tantas veces me había repetido mi madre: “no tienes más que pájaros en la cabeza…”

(para C.)




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