Fue la dama más triste de París.
Vitoreada en muchas ocasiones, fue temida por algunos y
respetada por todos. Alcanzó el éxito y conoció la fama, pero también la
soledad.
No fue feliz. Durante toda su vida no hizo más que
preguntarse por qué estaba tan sola si tantos hombres habían perdido la cabeza
por ella y, también, alguna mujer. Siempre se preguntó por qué nadie se había
quedado a su lado…
Y es que, todos ellos, tan sólo le dejaban un tenue y sutil
rastro rojo que Madame Guillotine nunca supo cómo seguir.